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Luis Malaver y sus Malaverismos
El breve texto "Del poema" tiene la credencial de una poética y "A quien pueda interesar" es un pequeño manifiesto poético que, sin pedir permiso, suscribimos totalmente.
Ramón Ordaz rordazq@hotmail.com

10 Dic, 2013 | "Malaverismos" (2013), el último libro del poeta Luis Malaver, es una propuesta engañosa en la que cierta truculencia semántica pretende despistar al lector, a emboscarlo en una corriente personal de aparente intrascendencia; un juego entre los verismos que en el mundo han sido y el mal, lo que exento no queda de que se crucen en el camino los inevitables oficiantes de malabarismos; pero, justo es confesarlo, es éste un libro serio, el poemario de Luis Malaver que, a la sordina, saca sustancial ventaja a su obra anterior.

Acusa el autor dos poemarios publicados: "No hay mar que por bien no venga" (1998) y "La mirada secreta del barro" (2005), en los que destaca un propósito de brevedad poética, amén de un recortado índice. Se advierte en ellos los anuncios de una promesa, la búsqueda de atajos para llegar a la poesía.

De esos dos poemarios arranca el poeta que remonta el vuelo con los sesenta poemas que dan cuerpo a "Malaverismos", libro que, vale destacarlo, lo instala en el ámbito de nuestra poesía con todo lo que acreditan sus nuevos poemas, en los que resalta un singular tratamiento de los temas y una lograda estructuración de la palabra que propicia un feliz aterrizaje a cada criatura del libro.

No deja cabo suelto; todo ha sido previsto para cada final. El subtítulo "Permiso sanitario en trámite" propone una intriga, una sospecha. Algo se desmaterializa en el cuerpo del libro, algo sufre de descomposición en el recorrido de sus páginas, algo padece un denso efecto de insalubridad.

Cada poema es un acuse de recibo, el negativo de una foto que no llega a copiarse, pero que bastan las líneas en alto contraste que nos ofrece el poeta. Los árboles, entre penas y penalidades, son los primeros habitantes de este poemario; allí se da cuenta de la tragedia de ser árbol en nuestras ciudades, de cómo la idealización de ese insustituible amigo del hombre ya no cuenta a su alrededor con el "solícito amor" del himno escolar. Entre el "Árbol apacible" que abre el libro y la elegía "El samán de Susana" no hay retórica posible: la vida es un naufragio.

Otro tema de singular ponderación es la casa, la metamorfosis que sufre ese minúsculo refugio del hábitat donde "convivimos". En "La casa que se nos fue" parece concentrarse toda una dimensión trágica de la vida, la procesión inevitable de lo escatológico y que el poeta con llana palabra sintetiza en "derrumbe". Luego están las "Canciones para dormir sin sobresaltos" que obligan a lo último, a no leer con sobresaltos.

El breve texto "Del poema" tiene la credencial de una poética y "A quien pueda interesar" es un pequeño manifiesto poético que, sin pedir permiso, suscribimos totalmente. Malaverismos, no malabarismos, un poemario de nuestro tiempo.




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