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Rodolfo Rodríguez: convites y dones entre árboles
Concreción, economía verbal, certera focalización de lo poemático, en síntesis, la palabra como don y carisma del ser.
Ramón Ordaz rordazq@hotmail.com

29 Ene, 2014 | El habla primigenia de los seres humanos era metafórica y se expandió por los pueblos ayudada, entre otras cosas, por el carro de Tespis, mito que nos recuerda todos los días cuánto cada uno de nosotros somos personajes en el teatro del mundo.

Con esos tránsitos debe estar consustanciado el poeta y dramaturgo Rodolfo Rodríguez, quien por más de cuatro décadas ha mantenido una consecuencia con los más variados ejercicios de la palabra como el drama, la narración y la poesía. Hay en su primer poemario, "Ligero de equipaje" (1992), un verso orientador: "Nada concluye/ todo se va de viaje", lo que deviene expresión de cierta insularidad, saga de lo fugaz, diáspora de la existencia, cuyas criaturas etéreas harán presencia en dos poemarios que dará a conocer en 1993: "ruinosa casa de los ríos más dolientes" y "el inquilino de la casa sola", en los que la experiencia teatral imprime su nostalgia: "Transeúnte o pasajero?/ ¿Qué soy/ en esta mudanza?”, dirá en el primero, y en el segundo: "Siempre fui lo que soy/ un inquilino/ que paga puntualmente/ y cambia de casa/ sin el menor indicio de perturbación".

Dos libros angustiados, como venidos de la urgencia de aferrarse a nuevas circunstancias. Un largo silencio nos llevará al puerto de su penúltimo libro publicado: "Convite de amor" (2007), en el que el espíritu, ahora más reposado, abre brecha a la reflexión y donde la referencia al mar, ausente en los anteriores, asoma nuevas búsquedas: "Ahora el mar recoge tus exequias,/ espléndido convite para saciar lo eterno”. Desde nuestra modesta perspectiva, "Don de oficios" (2008) es su más decantada y lograda escritura poética.

Concreción, economía verbal, certera focalización de lo poemático, en síntesis, la palabra como don y carisma del ser. Plasma aquí lo que está en uno de los títulos del libro de los "dones": don de la desnudez. Su más reciente poemario, "La casa alta donde los árboles hablan" (2013), frondoso y orquestal, está habitado por diálogos y vegetales escenas de la flora de nuestros patios. Una nueva experiencia que bordea, husmea el paisaje iluminador de nuestras plantas bajo la interiorización e invocación del poeta que mueve los elementos a su antojo Nido, memoria, olor, inusitada inflorescencia del árbol, florido espectáculo del pui "¿Quién te habló de amor/ dime mi niño menguado araguaney?", ese alfabeto hecho de savia y arcilla de la tierra que nos da sombra y color a cambio de nada, reportan una celebración arbórea como otro de los dones de Rodolfo Rodríguez.




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