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El proceso Dialogar, negociar y pactar con el adversario no tiene el brillo de la epopeya; antes bien, porta el estigma inmerecido de la rendición, de la concesión indecorosa. Manuel Narváez
narvaezchacon@gmail.com
17 Abr, 2014 | No me refiero al amasijo de improvisaciones que la ignorancia prepotente de unos aprendices de brujo "bien intencionados" ha venido descargando sobre Venezuela a partir de 1999. Ni tampoco a las desventuras de Josef K. narradas por Franz Kafka, aunque algunos episodios se le parezcan. Me refiero al proceso de negociación que se inició formalmente el jueves pasado. Porque, a pesar de que los representantes del gobierno hayan afirmado que no van a negociar ni a pactar nada, sino que solo se trata de buscar "un modelo de coexistencia pacífica", no hay manera de alcanzar ese objetivo sino a través de la negociación de acuerdos y pactos. Dialogar, negociar y pactar con el adversario no tiene el brillo de la epopeya; antes bien, porta el estigma inmerecido de la rendición, de la concesión indecorosa. Aveledo y compañía, pero también Maduro y compañía, saben que el haberse dispuesto al diálogo significa asumir el costo político de la incomprensión; y que tendrán que soportar descalificaciones entre las cuales "vendidos" y "cobardes" serán las más leves. En estas circunstancias vale la pena rescatar el concepto de El Tercer Lado, desarrollado por un viejo conocido de nuestro país: William Ury. "El tercer lado somos todos aquellos que tenemos la firme convicción de que los conflictos se pueden resolver cooperativamente. El tercer lado es el sistema inmunológico activándose para preservar ese gran cuerpo que llamamos humanidad". Quienes formamos parte del tercer lado tenemos la responsabilidad de hacer lo que esté a nuestro alcance para que este proceso de negociación sea exitoso.
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