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El culto a la muerte Algunas personas llegan a confiar más en sus difuntos que en Dios, prendiendo velones en búsqueda de auxilio y milagros. Carlos Villalba-Luna |
villalbaluna@gmail.com
29 Jul, 2014 | De España heredamos idioma, religión e instituciones. La reminiscencia mora de los 800 años de la dominación árabe en Iberia está presente en nuestra cultura. Primero habían conquistado los romanos a la península y la llamaron Hispania, dejando como legado un grueso número de costumbres latinas, entre ellas el culto a los familiares muertos, bajo la forma de panteón en la propia casa. La modalidad americana del lar romano, la encontramos en la infaltable repisa de rincón, con figuras de Dios (ya sea Padre o Hijo), la Virgen, santos oficiales o casi, como José Gregorio; deidades africanas, Guaicaipuro, Negro Primero, María Lionza, y últimamente al extinto Chávez (compitiendo en otorgar favores entre velas y rosarios), con las fotos de los familiares fallecidos y los recuerditos que reparten en misas y rezos. Algunas personas llegan a confiar más en sus difuntos que en Dios, prendiendo velones en búsqueda de auxilio y milagros. La fe mueve montañas, dice la Palabra, y cada quien tiene albedrío para decidir en qué creer. Empero, no es de buen creyente andar jugando con los difuntos, violentando la frase cristiana: Dejad que los muertos entierren a sus muertos. Nunca comulgamos con Chávez y su mazacote populista de "Socialismo Siglo XXI", pero tampoco nos contamos entre quienes fueron ajenos a su desaparición. Por eso nos parece ofensivo a su memoria el uso abusivo que hace el gobierno de su personalidad.
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