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29 de marzo de 2024





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Comida callejera en Margarita
El pasado jueves en la noche, frente a la casa de la recordada Vicenta, en el bulevar de La Asunción, Miró Popic, Licho Ávila, Serenella Rosas y Fernando Escorcia estuvieron en la charla "Los Sabores de la ciudad: Comida callejera, comida urbana".
Carlos Villalba-Luna / villalbaluna@gmail.com

21 Oct, 2014 | Con el lema "Cómetela a pedacitos" se celebra en octubre la tercera edición de Margarita Gastronómica. Un esfuerzo loable destinado a promocionar la buena cocina de la región, tanto la de fogones propios como la de sabores traídos por artífices culinarios, y las simbiosis derivadas del intercambio cultural.

El evento cuenta con un auditorio que sigue fervoroso las tertulias, pero con más afán las degustaciones y catas. El pasado jueves en la noche, frente a la casa de la recordada Vicenta, en el bulevar de La Asunción, Miró Popic, Licho Ávila, Serenella Rosas y Fernando Escorcia estuvieron en la charla "Los Sabores de la ciudad: Comida callejera, comida urbana".

Arribamos en momentos en que hablaban del perro caliente. Ahí comenzó nuestra contraria opinión al oír sobre comida callejera en Margarita, aspecto que en nada se diferencia de la "chatarra" del resto del país, por lo que creemos que mejor hubiera sido hablar de comida de calle, que es la que se expende en la vía, sin que signifique que debe ingerirse en el mismo lugar.

Aclarando con ejemplos, en Margarita los carritos de perro caliente solo se veían en fiestas patronales, para consumo casi exclusivo de niños, sin sillas ni mesas. Y en cuanto a las empanadas, eran compradas para consumirlas en casa y la moda de comerlas en la vía provino de los turistas de la Zona Franca, apurados después de un día de playa, deseosos de disfrutar de la vida nocturna.

Lenguas asuntinas, por su parte, dicen que el invento fue de Juana Navarro, quien le exigió a Fucho Noriega que se zumbara las empanadas ahí mismo, cansada de enviárselas a su hogar sin recibir pago. Y ubicándonos más atrás, por el camino de Atamo venían las pampatareñas con sus maras de pescado frito y arepas, vendiéndolas en La Asunción para regresar con frutas y verduras al puerto. En Margarita nadie compraba para comer en la calle, sino para compartir la mesa puertas adentro.




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