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20 de abril de 2024





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Petróleo y revolución
Venezuela cambió a partir de 1999. Chávez se encargó de erradicar el desvío de los dineros del pueblo al emplearlo para uso colectivo.
José Gregorio González Márquez | caminosaltair@hotmail.com

25 Oct, 2014 | Parte del legado dejado por el Comandante Eterno Hugo Chávez se materializa en la distribución de las riquezas. Las ganancias generadas por la explotación petrolera son invertidas en beneficio del pueblo. Indudablemente, estas acciones molestan a los capitalistas pues no van a sus arcas los dólares que se obtienen por la venta del mineral. A ellos les encanta vivir en un país rico con millones de pobres. Explotar al pueblo materializa sus deseos de poseer grandes capitales y además esclavizar a la masa trabajadora.

Venezuela cambió a partir de 1999. Chávez se encargó de erradicar el desvío de los dineros del pueblo al emplearlo para uso colectivo. Desde entonces, la guerra económica fomentada en los predios de la oposición ha pretendido desplazar del poder a la Revolución Bolivariana para imponer un régimen de facto que aniquile cualquier vestigio de socialismo; además, de apoderarse de los dineros del pueblo.

Chávez rescató a la Organización de Países Exportadores de Petróleo y con ello, revalorizó los precios del combustible fósil. Este arduo trabajó significó la mejoría notable de los estándares de vida de los venezolanos y otros ciudadanos del mundo. Redistribuir la riqueza, repartir equitativamente las ganancias incide en la felicidad de la Nación. Se comparte para alcanzar el bienestar común.

Los precios del petróleo han bajado y para variar, las voces agoreras predicen una grave crisis económica y fiscal. El mismo cuento manejado por lustros. No parece importarles la paz social ni los avances socialistas. Según los apátridas la hambruna será el referente para el próximo año y por lo tanto, viviremos la época de las vacas flacas. Sin embargo, estos argumentos se pierden entre la maraña de malas intenciones y son derrotados por la realidad que vivimos.

La guerra económica fracasa a cada instante pues el pueblo no concede veracidad a los rumores ni a la maledicencia con que actúa la oposición. Ni el imperio ni las grandes corporaciones se lucrarán de nuevo del petróleo del colectivo. La revolución así lo garantiza.




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