25 Ago, 2016 | La Parábola de la Rana Hervida es una poderosa metáfora que llama la atención sobre las consecuencias de subestimar los cambios negativos cuando, al producirse de manera lenta y gradual, dan margen a la adaptación progresiva de los sistemas vivos. Dice la parábola en cuestión: si se lanza una rana dentro de una olla de agua hirviente, saltará para escapar; pero si se coloca en agua fría y gradualmente se sube la temperatura, la rana irá adaptándose hasta que al final, morirá hervida.

Vienen al caso el batracio y el agua bullente, a propósito de la carta que el Secretario General de la OEA dirigió a Leopoldo López el pasado lunes. Cuando la leemos con atención, nos damos cuenta de que, como sociedad, los venezolanos hemos perdido sensibilidad y capacidad de asombro. Como la rana que se cuece lentamente, nos hemos ido adaptando a soportar situaciones aberrantes.

Leemos sobre el caso de Roberto Rincón, preso en los Estados Unidos, quien pagó mil millones de dólares en sobornos a PDVSA a cambio de contratos; y nos parece normal que ni la Fiscal de ojos viperinos, ni el Contralor bola fría y nepótico, ni siquiera hagan el aguaje. Mientras, Rafael Ramírez, el capo de esa banda de malandros, nos representa en la ONU y, king of the hill, top of the heap, se da la gran vidorria en la Gran Manzana.

Leemos sobre sobre los sobrinos de la pareja presidencial, narcotraficantes presos en la ciudad que no duerme, y no nos asombra que los excelentísimos tíos no ofrezcan explicaciones, ni disculpas, ni renuncia; y que al contrario se comporten como una pareja delincuencial que encubre e inventa coartadas.

Todavía estamos a tiempo para escapar de la olla hirviente. La desgracia que estamos viviendo no es un sino fatal. Vamos a la Gran Toma de Caracas. Vamos por el Referendo Revocatorio.