27 Oct, 2016 | Nunca antes, y hasta donde nos alcanza la memoria, habíamos presenciado tal polémica y controversia por un Nobel de Literatura; muy al contrario a lo que tradicionalmente ha sido el caso del Nobel de la Paz, que siempre genera intensas discusiones, mostrado diferentes criterios sobre los elegidos por la Academia. Es nuestra opinión, por ejemplo, que Barack Obama, Al Gore o Pérez Esquivel han sido –inmerecidamente- objeto de la alta distinción y más aún Juan Manuel Santos. Por otra parte, consideramos que premiados como Lech Walesa, Cruz Roja Internacional, Teresa de Calcuta, Amnistía Internacional, Mandela y Malala han sido más que justamente honrados.

Dicho esto y antes de adentrarnos en el tema que nos ocupa, deseamos dejar diáfanamente establecido que somos consecuentes admiradores de la obra de Bob Dylan; no solo por su excelentes dotes de compositor y músico, sino también por haber sido emblemático para nuestra generación.

El tema hoy no es debatir si Dylan es o no es, un excelente compositor y extraordinario músico. Eso no está en discusión. ¿Quien podría olvidar letras y melodías como “Like a Rolling Stone”, “Blowing in the wind” o “Tangled up in blue”?

Se trata más bien de determinar si su obra va más allá de letras exquisitas –como poesía juglar, la catalogan algunos- o si, por el contario, es tan densa, prolífica y está a la altura de ganadores previos como Jean Paul Sartre, Pablo Neruda, Herman Hesse, Bertrand Russel, Miguel Ángel Asturias, Camilo José Cela, Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, Ernest Hemingway o de otras lenguas diferentes al inglés o español, como el ruso Boris Pasternak, el italiano Darío Fo, el francés Albert Camus, el alemán Thomas Mann, el irlandés William Yeats e inexplicablemente negado a escritores de la talla de Jorge Luis Borges, Frank Kafka o Virginia Woolf. Ahí reside el dilema.

La Academia, ante la apasionada controversia suscitada, tuvo que salir de manera apresurada a dar una explicación justificativa. Dijo que se otorgaba porque “Dylan ha creado nuevas expresiones poéticas dentro de la gran tradición (?) de la canción estadounidense”.

¿Han acaso cambiado los paradigmas del premio? ¿Intenta la Academia adecuarse a una mal entendida “democratización” del galardón haciéndolo más “popular”? ¿Será que una “nueva interpretación” del talento literario comenzará desde ahora a competir por el prestigioso premio? ¿Se pretende hacerlo más accesible a las mayorías dándole un toque de marketing masivo?

Nosotros opinamos que el Nobel de Literatura debe estar destinado a quienes la practican de manera sobresaliente en toda su extensión de vida y capacidad de creación. Quizás llegó el momento de crear un Nobel de las Artes y nuestro admirado Dylan, en toda justicia, bien podría ser el primero en recibirlo.

Como bien se preguntaba una amiga de nuestra más alta estima: ¿El Nobel de Literatura a Bob Dylan significa acaso que el genial nonagenario checo Milan Kundera (novelista, ensayista, poeta, cuentista y teatrero de fecunda obra) puede optar al Grammy?