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29 de marzo de 2024





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Que Dios nos ayude
Se confabularon los demonios del odio y del fanatismo para anular nuestra capacidad para reconocer, respetar, comprender y compadecer a los otros. Fuera de control, el animal que también somos, devora nuestra civilidad, destruye nuestra propia humanidad.
Manuel Narváez / narvaezchacon@gmail.com

27 Oct, 2016 | “Yang Chu dijo sollozando en la encrucijada: ¿No es aquí donde si uno da medio paso en falso, despierta a mil millas fuera del camino correcto?”
Con esta parábola, sutil y estremecedora, los maestros confucianos invitan a reflexionar sobre el doloroso desamparo que nos abruma cuando debemos tomar decisiones trascendentes, sumergidos en la oscuridad de la incertidumbre y presionados por la urgencia de las circunstancias.

Los venezolanos estamos viviendo el intenso dramatismo que caracteriza a tales situaciones. Sabemos que hemos llegado a la encrucijada fatal. El próximo medio paso puede llevarnos al camino de la paz, de la recuperación económica, de la democracia; pero si nos equivocamos, la violencia, el sufrimiento y la muerte marcarán nuestro destino inmediato.

Adicionalmente, se confabularon los demonios del odio y del fanatismo para anular nuestra capacidad para reconocer, respetar, comprender y compadecer a los otros. Fuera de control, el animal que también somos, devora nuestra civilidad, destruye nuestra propia humanidad.

En estos momentos se impone la necesidad de desmontar el argumento de la tragedia griega en que estamos atrapados. El acto final no tiene que ser, fatalmente, una profusión de violencia y muerte. El destino está marcado por los dioses del Olimpo, pero la voluntad de los humanos puede corregirlo. La seriedad, la responsabilidad y el coraje con los que cada venezolano tome sus decisiones contará por mucho en el desenlace final de esta terrible crisis.

Confrontado a tanta incertidumbre, he recordado los artículos que escribía Emeterio Gómez sobre el tema de la ética. En ellos afirmaba que nos acercamos a la comprensión de la noción de Dios cuando, bajo esas circunstancias extremas, conocemos la soledad absoluta y el desamparo total.




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