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19 de abril de 2024





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“LA CARLOTA” (I)
En efecto, para ese momento histórico, tanto en la Península como en las Islas las condiciones de vida eran sumamente precarias y muy difíciles de sobrellevar sobre todo en estas últimas debido a los altos índices de desempleo, a la disminución progresiva de la producción agropecuaria, así como también, a la escasez manifiesta de los artículos de primera necesidad y el riguroso racionamiento de los mismos cuya obtención era posible solo después de haber realizado enormes colas en los centros de abastecimiento organizados por la “Comisaría General de Abastecimiento y Transporte” (CGAT).
Francisco E. Castañeda M. fran.caman@hotmail.com

26 Feb, 2017 | El día 11 de noviembre de 1948 arribó al puerto de Pampatar, isla de Margarita, la embarcación denominada La Carlota, una de las naves pioneras utilizadas durante los numerosos viajes clandestinos realizados por los inmigrantes de origen canario (isleños, en nuestro lenguaje coloquial) desde distintas localidades del Archipiélago en un arriesgado recorrido marítimo a través del océano Atlántico hasta su llegada a las costas venezolanas particularmente entre los años de 1948 y 1952.

En efecto, para ese momento histórico, tanto en la Península como en las Islas las condiciones de vida eran sumamente precarias y muy difíciles de sobrellevar sobre todo en estas últimas debido a los altos índices de desempleo, a la disminución progresiva de la producción agropecuaria, así como también, a la escasez manifiesta de los artículos de primera necesidad y el riguroso racionamiento de los mismos cuya obtención era posible solo después de haber realizado enormes colas en los centros de abastecimiento organizados por la “Comisaría General de Abastecimiento y Transporte” (CGAT). A ello se añade la aplicación severa de la Ley de Servicio Militar Obligatorio de estricto cumplimiento por parte de los jóvenes isleños, además de la prohibición de emigrar y como aderezo final, la férrea represión dirigida hacia los opositores del régimen franquista (Díaz Sicilia, J., 1990: 37-48. Véase también, Padilla González, D., 2012: 3).

Ante tales circunstancias, algunos grupos de personas de uno y otro sexo, de diferentes edades y diversas ocupaciones: campesinos, pescadores, jornaleros, artesanos, estudiantes, perseguidos políticos y algunos pocos profesionales, iniciaron una serie de reuniones secretas con la finalidad de obtener los recursos necesarios que les permitiese arrendar una embarcación para abandonar ese rosario de padecimientos y adversidades y marchar hacia un nuevo y promisorio destino: Venezuela.

A tales efectos, después de establecer de manera encubierta los contactos pertinentes con los propietarios de diversos tipos de embarcaciones lograron que algunos de ellos aceptaran lo propuesto, sobre todo los dueños de los pequeños barcos pesqueros que solían faenar en los cercanos contornos marinos isleños y cuando muy lejos en los bancos de peces de la costa oeste africana. En virtud de ello, se procedió a realizar de forma inmediata alguna que otra modificación en el interior de los navíos seleccionados con la finalidad de habilitarlos para instalar a los inmigrantes durante esa larga y arriesgada travesía atlántica hacia las costas venezolanas. Dichas embarcaciones eran conocidas como los “veleros clandestinos” o los “buques fantasmas” (Díaz Sicilia, op.cit).




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