Porlamar
20 de abril de 2024





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Ella, él y su rutimonio
El espacio de él ya no será sólo para él. Su voz se perderá con la de ella. Irán de compra al supermercado, donde discutirán si llevarán lechuga o repollo para la ensalada de mañana. Luego llegarán a casa, colocarán cada cosa comprada en su lugar. Se pondrán la pijama, cepillarán sus dientes. Esperarán el amanecer.
Dalal El Laden | http://dalalelladen.blogspot.com

4 Mar, 2017 | Él acaba de cumplir treinta y cinco años. Mañana es el día: se casará. Ella se irá a vivir en la casa que dejará de ser sólo de él. El silencio estallará. Ya no habrá platos sucios en la cocina ni hormigas devorándose los restos de la cena que quedaron sobre el comedor.

El espacio de él ya no será sólo para él. Su voz se perderá con la de ella. Irán de compra al supermercado, donde discutirán si llevarán lechuga o repollo para la ensalada de mañana. Luego llegarán a casa, colocarán cada cosa comprada en su lugar. Se pondrán la pijama, cepillarán sus dientes. Esperarán el amanecer.

Necesitarán algunos meses para adaptarse, conocerse. También requerirán un tiempo para aprender a soportarse, a no alterarse cuando algo hecho o dicho por uno de los dos les incomode, o cuando el mal humor se asome, los celos los cieguen o la rutina los canse.

Una noche entrará a su casa. Estará agotado, somnoliento, y ella lo abrazará. Le dirá que lo ama. Él sentirá que todo vuelve a su lugar, aunque ya no exista el silencio y no vea más hormigas en la cocina.

Cuando se pelee con alguien en el trabajo, llegará a casa y se lo contará. Ella querrá consolarlo y él deseará cerrar sus ojos para intentar olvidar el mal rato. Al escucharla, se quedará dormido, pero ella, al notarlo, creerá que le aburrieron sus palabras de aliento, se sentirá poca cosa y afirmará que él ya no la ama. Llorará. Sus llantos lo despertarán. Aun con sueño, la abrazará, le asegurará que por ella vive, que la quiere y que solamente está fatigado; mañana será un largo día, debe descansar. Ella dirá que lo entiende, pero, en el fondo, él sabrá que no le está diciendo la verdad, que se volteará, le dará la espalda y dejará caer sus lágrimas sobre las sábanas con olor a jazmín.

Un día todas las penas de ella parecerán olvidadas, llegará a casa con una sonrisa, le preparará una rica sopa y lo esperará. Le dará la noticia. Más adelante los llantos de otro serán la causa de sus desvelos, de una llamada de atención en el trabajo por haber cometido un error al escribir el último reporte, y de algunas peleas con su esposa tras desesperarse al ver sufrir al pequeño cuando le estén saliendo sus dientes. Cada día los absorberá más. En lugar de comprarse unos zapatos para ellos, preferirán esa ranita de peluche que hará juego con las paredes de su cuarto. Vivirán para él. Envejecerán.

Ese niño será un hombre. Un día suspirará al ver los nombres de sus padres en la fría lápida del camposanto. A su mente llegará un sinfín de recuerdos. Vivirá en la casa donde nació, con la madre de sus hijos. Su historia resultará ser una copia al carbón de la que vivieron sus padres. La única diferencia será que sí habrá hormigas devorándose los restos de la cena que quedarán sobre el comedor.




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