Porlamar
20 de abril de 2024





EL TIEMPO EN MARGARITA 28°C






Desgarramiento
Tribus errabundas sobre las heladas estepas, en la noche de los tiempos, siguiendo en la partida de caza el rastro del mamut, del reno y del bisonte, atravesaron una estrecha lengua de tierra y propagándose y descendiendo desde el norte alcanzaron y poblaron valles, orillas de ríos rumorosos, sabanas y praderas.
Walter Castro Salerno | walterjosecastro@yahoo.es

25 Mar, 2017 | Todo éxodo es decaimiento del “yo” e incluso del “nosotros”. Éxodo
es lágrimas, herida, dispersión de la memoria y de los afectos. Acaso en lenguaje poético ninguna otra sirva, como utilísima herramienta para cercar sentimentalmente el éxodo, que la palabra “nostalgia”. Proviene, como muchas otras del antiguo griego, el cual, con el latín, nutre tantísimas voces de las ramas del árbol lingüístico indo-europeo. Su significado no puede ser más expresivo y sintético: νοστος (nostos = regreso) y αλγος (algos = dolor).

Digamos que la nostalgia es la pena, el dolor causado por verse alejado, mejor sería decir extrañado de la patria. Yo no sé, a la edad a la cual he llegado, con tantos goces y penas, si pudiéramos igualar el éxodo con el exilio. Y a ambos, desde luego, con la figura de la emigración. La experiencia sufrida en carne propia me enseña que aquellos vocablos son muy parecidos. América desde tiempos lejanos fue hecha, poblada por exiliados.
Emigrantes.

Tribus errabundas sobre las heladas estepas, en la noche de los tiempos, siguiendo en la partida de caza el rastro del mamut, del reno y del bisonte atravesaron una estrecha lengua de tierra y propagándose y descendiendo desde el norte alcanzaron y poblaron valles, orillas de ríos rumorosos, sabanas y praderas.

Corrieron los dedos de arena por el estrecho cuello del reloj y las guerras por la religión, el pan y la carne, la tierra y sus productos empujaron, otra vez de Europa a América, millones y millones que hicieron una nueva América. Todos padecían la añoranza por lo que habían dejado. La nostalgia ancló para siempre en el corazón de las gentes que habían abandonado, por las guerras, el hambre y el temor, sus viñedos y olivares, sus cabras y crucifijos e imágenes de vírgenes y santos en viejas iglesias de madera y piedra.
La rueda del tiempo siguió girando inexorable.

De los países del llamado cono sur, asolados por rapaces y sanguinarias dictaduras, o de Colombia envuelta en cruel guerra fratricida, escapando de la miseria y de la angustia, salían por millares hacia el norte, a nuestra Venezuela, o retornaban a Europa. Y en esas vueltas, o revueltas sorprendentes con las cuales suele obsequiarnos la historia, ahora son las gentes de Venezuela, que salen en medio de la frustración y, quiéranlo o no, con nostalgia y desgarramiento a recorrer los caminos del vasto mundo en busca de paz y fortuna.














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