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28 de marzo de 2024





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Don Eleazar retrata esperanza y dignidad
Es un hombre bueno, todo respeto. Él vino desde La Fuente a sumar su buena historia ciudadana al gesto multitudinario con que la democracia insular conmemoró el 207º aniversario del glorioso 19 de Abril. De los miles de manifestantes que marchan hasta copar la llamada Trinchera de Los Robles, muchos lo aplauden. Las muchachas lo besan, los muchachos lo abrazan.
Ángel Ciro Guerrero angelcirog@hotmail.com

21 Abr, 2017 | Don Eleazar García Fermín, próximo al siglo, apoya su flaca musculatura en el bastón y en el brazo derecho de su hermosa nieta. Pero la dignidad con que lo hace le distingue entre la alegre multitud que copa los dos canales de la avenida y camina hacia adelante, buscando la libertad.

Confiesa pedirle al Señor Todopoderoso le conceda mucho más de sus 91 años, porque no quiere irse estando Venezuela en dictadura. Dice que el sol saldrá para alumbrar la nueva Venezuela, libre otra vez, y sostiene que nunca antes el país había vivido crisis tan aguda, perjudicial y peligrosa.

Es un hombre bueno, todo respeto. Él vino desde La Fuente a sumar su buena historia ciudadana al gesto multitudinario con que la democracia insular conmemoró el 207º aniversario del glorioso 19 de Abril. De los miles de manifestantes que marchan hasta copar la llamada Trinchera de Los Robles, muchos lo aplauden. Las muchachas lo besan, los muchachos lo abrazan.

Resulta digno ejemplo. Don Eleazar sonríe y su bastón semeja lo que en verdad sucede en la Venezuela que reclama derechos conculcados, un paso adelante, difícil, se reconoce, pero que va abriendo surco y, como me dijo, la multitud de jóvenes que van en la vanguardia llevan la responsabilidad de concretar, en paz, el maravilloso milagro de la siembra.

En venezolanos como Don Eleazar está claramente definido el pasado y el presente del país que ha sido feliz y rico. También el que ha sufrido dictaduras y padecido crisis, pero en los ojos, la palabra y los gestos de este margariteño de vida digna de ser contada, brilla la esperanza.

Y la esperanza, me recuerda en medio del vocerío de consignas, es lo último que se pierde. Pero no la perderemos, me asegura con la responsabilidad del maestro que dicta la clase y levantando el bastón, como si fuese la tiza sobre el pizarrón, señalando la multitud que lo precede, reitera: Nunca la perderemos. Es la que sigue sosteniendo lo poco de democracia que en el país queda, dictamina. Definitiva verdad, le reconocemos en el abrazo de despedida.




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