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¿La hiperinflación: una hipérbole imaginaria?
No hay progresividad, ni sustentabilidad en los senderos económicos, por falta de pureza y deslastre de ciertos aderezos que mantienen ancladas las leyes de la economía, que en vez de generarse riqueza se está hundiendo en la pobreza.
Crisanto Gregorio León | crisantogleon@gmail.com

26 Abr, 2017 | Una economía en estado terminal, un mercado altamente destructivo, con indicadores alarmantemente negativos, cuyos efectos nocivos están corroyendo todo el sistema al punto de caracterizar la economía como un organismo leproso que se cae a pedazos.

No hay medición ni proyección que puede leer la implosión nefasta que experimenta la economía venezolana, que declina en la indigencia y no permite alcanzar benéficos augurios para sus indicadores.

Además de coexistir con una economía sumergida donde la producción de bienes y la prestación de servicios para el mercado están eludiendo normas tanto fiscales como económicas, ante el caos por la ausencia definitoria con propósitos depurativos de líneas maestras con contenido estructural para evitar el desplome económico y el despeñadero del aparato productivo; se genera una fuga de inversionistas y de capitales, proliferando la coexistencia de actividades ilícitas que obviamente no se registran, pero que golpean fortísimo la recaudación fiscal.

A la par de las actividades lícitas contenidas en esta economía sumergida, también las actividades ilícitas menguan significativamente la captación de los recursos fiscales en los tres niveles de gobierno.

Una olla de presión cuyas válvulas están cerradas, es el fenómeno que experimenta nuestra economía. Venezuela un país definitoriamente subdesarrollado, que no ha utilizado ni sus recursos naturales ni sus recursos fiscales para catapultarse en función de asirse con un modelo científicamente vanguardista que le dote de superación técnica y de elevada tecnología, está quedando relegado a sufrir las consecuencias inclementes de la imprevisión y del desorden y está involucionando peligrosamente.

No hay progresividad, ni sustentabilidad en los senderos económicos, por falta de pureza y deslastre de ciertos aderezos que mantienen ancladas las leyes de la economía, que en vez de generarse riqueza se está hundiendo en la pobreza.

El ariete impulsor para el desarrollo está desarticulado, está romo, y aunque se mueven riquezas sus destinos no están generando felicidad, sino por el contrario preocupación y dolor. Propiamente en sentido restringido, no hay generación de riquezas, no se ha llegado al círculo virtuoso de la economía donde la espontaneidad en el desenvolvimiento de los mercados le da sanidad y erupción positiva al PIB de cualquier nación.

Este aumento desenfrenado sostenido y generalizado, del precio de los bienes y los servicios, aniquila toda incipiente aura para el desarrollo y está haciendo de nuestros rostros una morisqueta.

Esta hiperinflación nos está haciendo cada vez más pobres y más dependientes. Pero la responsabilidad es compartida. Nadie quiere ceder y olvidan las recíprocas concesiones para no convertir a Venezuela en la pordiosera de América.




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