24 May, 2017 | A eso nos han sometido, a una guerra callejera sin códigos, ni normas, como si fuéramos un país sin ley. Eso es lo que buscan para descalificarnos y provocar la intervención extranjera. Ciertamente, se ve un desbordamiento en los acontecimientos políticos, por parte de los sectores que no terminan una marcha o concentración sin algún hecho indeseable: muertos, heridos, destrucción y violación de los derechos humanos. Obstruyen el libre tránsito con barricadas, destruyen abastos, comercios y queman camiones que transportan y distribuyen alimentos, ejecutan actos de barbarie como la quema de un ser humano, a quien incendiaron vivo. Es una obra diabólica. El silencio de los que no desaprueban tales hechos, equivale a complicidad y solidaridad con ellos.

Hasta ahora, la acción del estado ha sido tímida, se necesitaría una reacción más contundente, pero estamos intimidados por la solidaridad que da a los terroristas el imperio y los que los contratan y pagan. La seguridad de los ciudadanos, parece estar a merced de semejantes desalmados y exige normas más garantistas, por ello la jurisdicción militar parece más adecuada y para nada es violatoria de los derechos humanos. La Asamblea Constituyente es la esperanza, más que en cualquier otro momento es conveniente, porque se debe consultar al soberano para reafirmar lo que sea necesario y ampliar lo que haya que adaptar, debido a las circunstancias que vive el país, donde se levantan para golpear la obra del gobierno y a las propias instituciones, con la finalidad de volver a los viejos patrones del quehacer político antidemocrático, pues entonces no se tomaba en cuenta al pueblo, sino para hacerse nombrar como representantes y después olvidar todos los derechos de los representados y hasta violarlos flagrantemente.

Por eso Chávez se metió en el corazón del pueblo venezolano y se convirtió en blanco de esa oligarquía que lo mató, en alianza perversa con el imperio y sus aliados, entre los cuales está el gobierno de Colombia, que no hace sino odiarnos y dañarnos. Definitivamente, nuestra salvación está en la Constituyente, para lograr la renovación de las instituciones y su adaptación a los cambios que tienen lugar en el país y en la sociedad.