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19 de abril de 2024





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Reinvención
Yo no sé si es verdad o no la fábula del águila y no me importa. Me quedo con lo que me pasa cada vez que vuelvo a escucharla, con la reflexión y el llamado a la renovación personal que evoca en mí. Todos los seres humanos atravesamos, al menos una vez en la vida, un momento crucial de nuestra existencia que nos pide a gritos dar un salto –grande o pequeño, cercano o lejano- para volar otros cielos y aventurarnos a explorar nuevos horizontes.
Arianna Martínez Fico | arianna.mf@gmail.com

26 May, 2017 | Siendo muy joven supe de aquella famosa historia de la renovación del águila. Para llegar a los setenta años con la energía, fuerza y majestuosidad que le son propias, a los cuarenta debe tomar una decisión crucial: reinventarse o vivir seriamente limitada, que es como condenarse a una muerte en vida. Es un momento crucial y si elige vivir a plenitud, deberá atravesar un proceso largo y doloroso. Habrá de arrancarse pico, uñas y plumas. A los seis meses, el águila renacerá magnífica y fortalecida. Y aunque años después ha sido cuestionada su veracidad, esta historia que he escuchado montones de veces me sigue subyugando y conectando con la pregunta: ¿qué tendría que arrancar de mí, aunque me duela, para reinventarme y renacer a una nueva vida?

Yo no sé si es verdad o no la fábula del águila y no me importa. Me quedo con lo que me pasa cada vez que vuelvo a escucharla, con la reflexión y el llamado a la renovación personal que evoca en mí. Todos los seres humanos atravesamos, al menos una vez en la vida, un momento crucial de nuestra existencia que nos pide a gritos dar un salto –grande o pequeño, cercano o lejano- para volar otros cielos y aventurarnos a explorar nuevos horizontes. A veces, como en las épicas de héroes, desoímos el llamado y tiempo después reaparece con más fuerza. Hasta tanto no nos atrevamos a escucharlo, a llenarnos de coraje y entrar con miedo pero con fe en las entrañas de nuestras propias tinieblas, no nos daremos la oportunidad de -como el águila-renovarnos, y seguiremos condenados a no brillar tanto como podríamos.

Una vez que aceptamos el llamado, el camino estará lleno de incertidumbre y obstáculos, a veces nos cuestionaremos si vale la pena, unos días tendremos esperanza y otros nos caeremos para volver a levantarnos. Llegaremos al punto más duro y doloroso, la llamada noche oscura o vientre de la ballena, y justo allí cuando pensamos que no podemos más es el momento de soltar la vieja piel -creencias, hábitos, personas, certezas, lugares- reinventarnos y nacer a una vida nueva. La buena noticia es que saldremos y fortalecidos, la mala es que el camino no acaba allí. Más adelante recibiremos un nuevo llamado a otra reinvención y a otra y otra más ¡Quizás esto es lo que hace tan sabroso y divertido vivir!

Las crisis existenciales y el llamado a la reinvención no son exclusivos de las personas. Las organizaciones humanas, sean empresas, comunidades, sociedades, países y/o el mundo,también se topan de frente con momentos históricos que les ponen el desafío de transformaciones profundas. Negar o darle largas al llamado es como correr la arruga. Aquello que queremos evitar al no darle cara a lo que la vida nos está pidiendo, inevitablemente pasará.

Mientras más tiempo esperemos para hacernos cargo, más fuerte y cruel será la crisis, llevándonos incluso a tocar un fondo al que jamás pensamos que llegaríamos. La salida quizás se haga más difícil y dolorosa. Aparecerán toda clase de demonios. Las recetas rápidas y fórmulas mágicas estarán a la orden del día tentándonos como la serpiente a Eva. No hay atajos.

Cada persona, empresa o país tendrá, inevitablemente, que mirarse en lo más profundo de su ser y preguntarse qué es lo fundamental que la constituye y quiere conservar, qué es aquello que debe erradicar y arrancar de raíz –como las uñas del águila- y cuáles son los nuevos valores, prácticas y creencias que requiere incorporar. Estas y otras preguntas estoy yo también respondiéndome en un llamado ¡Afortunada yo! a una nueva reinvención personal.

Me despido por un tiempo. Gracias, Sol de Margarita y Diario de Los Andes por ofrecerme un espacio desde el cual compartir las reflexiones de mi alma, y muy especialmente a ustedes, mis queridos lectores, por haberme leído semanalmente más de un año y hacer que mi oficio de escribir tuviera sentido.

“Cambia, todo cambia (…) Y así como todo cambia que yo cambie no es extraño (…) Cambia todo en este mundo, pero no cambia mi amor”. Julio Numhauser




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