20 Jul, 2017 | Como estudiosa del fenómeno totalitario, Hannah Arendt es frecuentemente citada por quienes tratan de comprender y explicar la tragedia que ha significado para nuestro país la instauración del despotismo chavista. Por eso es relativamente bien conocida, incluso por quienes no han leído su obra (es mi caso), la expresión “banalidad del mal”; acuñada por ella luego de haber seguido las incidencias del juicio que los israelíes realizaron contra el criminal de guerra nazi Adolf Eichmann.

Da tristeza constatar que además de la maldad, el régimen bolivariano ha banalizado la ignorancia. Muchísimos venezolanos, de todos los estratos sociales, chavistas y no chavistas, exhiben impúdicamente y en muchos casos hasta podría decirse que con orgullo, su incultura, su paladina ignorancia.

Sin lugar a dudas la retórica vacía, pero eso sí, con mucho sentimiento del comandante eterno, contribuyó a modelar este comportamiento irresponsable.

Con la performance que nos están ofreciendo los candidatos a la prostituyente, el asunto ha llegado a extremos caricaturales. Ajustándose a la concisión que imponen los 140 caracteres de un tuit, dice mi amigo Goyo Salazar: “Lo que Venezuela ha visto hasta ahora de los candidatos al fraude constituyente es un batiburrillo de sandeces y fanatismo delirante.”

La banalidad de la ignorancia sería solo asunto de risa y burla, si no trajera consigo consecuencias gravísimas. Este fenómeno creó las condiciones para la implantación de un régimen que además de despótico, califica como una auténtica kakistocracia (kakistos significa peor; kratos, gobierno). Estamos bajo un régimen en el que gobiernan los peores ciudadanos, los menos calificados, los más inescrupulosos; empezando por ese presidente tan ignorante que nos causa vergüenza y pena ajena.