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18 de abril de 2024





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Policías de adorno
Noches atrás recibimos la primera visita de los malandros de la zona y, por lo que pude ver, sospecho que son esos que viven cerquita de la casa de la primera autoridad municipal y que todo el mundo conoce, incluidos los policías. Esa noche no pasó nada, aunque perdimos el sueño. Pero el asunto no quedó ahí.
Marcos Tineo | tineo.marcos@gmail.com

20 Ago, 2017 | "Qué le pasa sobrino, que veo que tiene cara de tibiera y de haber pasado mala noche". Le pido al tío Caballo Rojo que me eche la bendición y le respondo que efectivamente tengo las dos cosas y una más, pues además de tibio y trasnochado, una enorme sensación de impotencia, lo que acrecienta mi calentera.

Le cuento que noches atrás un jovencito que conducía un camión me embistió y destrozó el costado izquierdo de mi carrito, un Nissan B-13. A la espera de los trámites legales y del seguro, lo guardé en un espacio detrás de mi casa que, desafortunadamente es visible desde la calle.

Noches atrás recibimos la primera visita de los malandros de la zona y, por lo que pude ver, sospecho que son esos que viven cerquita de la casa de la primera autoridad municipal y que todo el mundo conoce, incluidos los policías. Esa noche no pasó nada, aunque perdimos el sueño. Pero el asunto no quedó ahí.

La siguiente noche el alboroto de los perros de los vecinos me hizo levantarme a eso de las dos de la madrugada y corrí a ver el carro. En la penumbra vi unas figuras que saltaban la cerca, pasó un carro y oí el ruido de una moto. Hice una rápida revisión y me percaté que se habían llevado los dos cauchos que habían sobrevivido al accidente.

Contemplando la situación, nos quedamos un tiempo levantados y en eso oímos el ruido de una moto. Era dos sujetos que presumo, estaban merodeando. Sentí que bajaban la velocidad al acercarse, pero al verme, aceleraron y siguieron. Mi esposa, nerviosa, llamó al 911 y muy amablemente, tomaron los datos y dijeron que vendrían enseguida.

Volvimos a revisar el carro y descubrimos que el capó del carro estaba algo removido. Lo levanté y vi el desastre. Faltaban electroventiladores, distribuidor, cables, entre otras cosas. La batería se salvó porque mi yerno, víctima anterior de los malandros, la había guardado.

Quedamos en vela, pero la policía nunca llegó. Los que sí seguían merodeando eran los dos motorizados. Era como que le daban la vuelta a la cuadra cada cierto tiempo. Entendí que tenían un encargo y no lo habían completado. Cristina volvió a llamar al 911 y se le aseguró que enviarían una patrulla, pero que tenían dificultades para comunicarse con el cuadrante del pueblo. A final, tras otras llamadas, vino la explicación apenada del funcionario: nadie atendía el teléfono del cuadrante de Paraguachí.

Así, decidimos ver la salida del sol. Al día siguiente, el servicio de grúa que busqué, tuvo dificultades y no pudo hacer el traslado del carrito a sitio más seguro, por lo que tocó pasar otra noche en vela. Atinada decisión porque los hdp volvieron y al ver que los esperábamos, huyeron. El remolque se pudo hacer en la mañana.

Durante el día vemos decenas de policías entorpeciendo el tráfico (ejemplo en la Fucho Tovar), pero en la noche nadie patrulla y los cuadrantes no funcionan. En conclusión, nuestros policías están, en su mayoría, de adorno. "Algunos también están para joder, sobrino".




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