7 Sep, 2017 | El 4 de agosto de 2007 un vuelo privado aterrizó en Buenos Aires. Entre los pasajeros, Guido Antonini Wilson, la mula de Hugo Chávez para transportar un maletín con 790.550 dólares para la campaña electoral de Cristina Kirchner.
Imaginemos que el diligente y servicial Guido hubiese tenido que transportar el encargo en bolívares de hoy. Al cambio de Bs 18.193 (tasa de mercado al momento de la incautación de los 200 millones de Lilian Tintori), 790.550 dólares equivalen a Bs 14.382.476.150,00. Esta última cantidad es 72 veces más grande que la de Lilian, por lo que si a ella le incautaron cuatro cajas, Antonini hubiera tenido
que cargar con 288.

Los dólares que Chávez le envió a Cristina cabían en un maletín; el dinero de Lilian convertido en dólares (US$ 10.993,23) cabría en cualquier cartera femenina. La escandalosa diferencia en volumen con su equivalente en bolívares, es del tamaño de la ineptitud del gobierno para controlar la inflación y para, siquiera, mantener en circulación un cono monetario acorde con la brutal escalada de los precios.

Además de la diferencia en cantidades, el caso Chávez-Antonini es cualitativamente muy distinto al de Lilian. Hugo Chávez delinquió al tomar dinero de los venezolanos y pretender regalarlo a sus amigotes del sur. Lilian Tintori retiró legalmente de un banco dinero que le pertenece. Si lo iba a utilizar para cubrir gastos de su abuela o de Voluntad Popular ¿qué importa? Salvo bajo regímenes totalitarios, se supone que los ciudadanos pueden usar su dinero en cualquier actividad lícita.

El caso montado contra Lilian es una grosera manipulación. En el fondo solo demuestra la descomposición ética y la impudicia de un régimen caduco que en sus últimos estertores intenta desesperadamente retener el poder que se le escapa.