13 Oct, 2017 | La clase política venezolana, en su mayoría, parece haber acordado la mejor salida a la vista para salir de la crisis: darle la oportunidad a los electores que decidan. Se asume que el resultado del proceso electoral regional marca la pauta para las elecciones presidenciales y en nuestro país, presidencialista, caudillista y centralista eso es muy importante.

Alto positivo resulta que el gobierno, a pesar de lo que pudiera perder, sea el principal impulsor de las elecciones, aunque se vea en desventaja, una desventaja marcada por una inflación incontrolable y el poder omnipotente de una banca que hace de las suyas. Además, el gobierno anuncia que respetará los resultados. Significa que arriesga mucho más que su contendor.

El riesgo que corre la oposición es que gran parte de sus seguidores no entiendan cómo a poco tiempo de afirmar que el CNE es una especie de cueva de tramposos que le sirven al gobierno, acepten ir a un proceso electoral sin haber cambiado lo mínimo ese poder electoral (salvo que se reserven una sorpresa igual a la de la Dra. Luisa Ortega Díaz). Otro riesgo es que los amigos, familiares o cercanos a los jóvenes que dejaron sus vidas en las guarimbas no entiendan el movimiento táctico de la MUD, prefieran su rabia y decepción en casa.

Ambos bandos arriesgan, los electores deciden. A la final también son los que más arriesgan, pues pueden estar votando para vencer o, al menos, apaciguar la crisis y la misma pueda continuar campante. En estos momentos asumamos la verdad, no se asoman propuestas ni se perciben las fuerzas para frenar la ambición desmedida de quienes suben precios a capricho, que no se ven dispuestos a negociar. Es evidente que mantener la situación actual les enriquece de manera obscena. Tampoco se vislumbra, y disculpen la sinceridad o si lo prefieren, el pesimismo, la fuerza para ponerle orden al dólar llamado paralelo o negro.

De todos modos vale la pena votar. No nos podemos rendir. Venezuela ha sabido vencer situaciones muy difíciles. El ejemplo que nos dejó Bolívar debe prevalecer. Nos obliga el futuro de nuestros hijos y nietos. Nos motiva saber que nos acompaña un pasado heroico que derrotó un inclemente colonialismo. Es posible derrotar al nuevo colonialismo, a pesar de sus poderosas armas.