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Maduro gana batallas pero puede perder la guerra
El control omnímodo del poder por el presidente venezolano Nicolás Maduro y la cúpula de la "nueva clase", organizada con el fin fundamental de eternizarse en el mismo y usufructuarlo, ante ese país golpeado e inerme y atónito frente a la tremenda crisis que le agobia, ha cosechado ciertamente en los últimos tiempos algunas victorias. Son triunfos políticos y electorales.
Walter Castro Salerno | walterjosecastro@yahoo.es

11 Nov, 2017 | Durante la II Guerra mundial, en 1940, tras la batalla y caída de Francia, la capitulación y subsiguiente armisticio firmado por el gobierno colaboracionista del mariscal Pétain con la Alemania nazi de Hitler, el general Charles de Gaulle encarna la resistencia del pueblo galo. Pronuncia en aquella hora menguada de su patria una oración sentenciosa: "Francia ha perdido una batalla, pero no ha perdido la guerra".

Desde entonces la afortunada frase hizo historia y muy célebre. Con ella se definen los lapsos o etapas que jalonan los procesos sociales. De qué manera se tejen avances y retrocesos. Cómo a menudo una lucha concluye en derrotas e igualmente se cuecen victorias. No siempre son forzosamente éstas ni fáciles, ni tampoco permanentes. Se suele decir: "Las apariencias engañan". Tal parece ocurrir hoy con el jovial, risueño rostro que muestran el presidente y su gobierno, y dentro, en las entrañas del acontecer, del diario vivir que sufre el venezolano común, la escasez y carestía de víveres y medicamentos.

El control omnímodo del poder por el presidente venezolano Nicolás Maduro y la cúpula de la "nueva clase", organizada con el fin fundamental de eternizarse en el mismo y usufructuarlo, ante ese país golpeado e inerme y atónito frente a la tremenda crisis que le agobia, ha cosechado ciertamente en los últimos tiempos algunas victorias. Son triunfos políticos y electorales.

El problema es que la crisis no es ni mucho menos política. No ha quedado tampoco sino parcial y provisionalmente disfrazada por procesos electorales cuestionados y, por así decir, con escasísimo e intrascendente impacto o influjo sobre la economía en marasmo del país. Ni la "milagrosa constituyente", ni la "milagrosa victoria" en las elecciones regionales, han cambiado para nada el malvivir económico del venezolano. La crisis sigue estando allí. Vivita y coleando cual maligna serpiente, mordiendo el estómago de los venezolanos. La economía no da signo ninguno o señales de recuperación, sea en un escenario cortoplacista o en el mediano plazo.

Las medidas anunciadas por el presidente, en el ámbito específicamente salarial, lejos de estimular el desarrollo y yugular la hiperinflación, tendrán el efecto de vaciarle una lata de gasolina a una fogata encendida. Los salarios crecen en proporción aritmética. Los precios, en cuanto a ellos, en proporción geométrica. Dirán los buenos economistas, que los hay todavía, sin adscribirse a la escuela clásica o liberal, que el desequilibrio existente entre la demanda de bienes y servicios y la oferta de los mismos, no será cubierto por la inyección de dinero inorgánico, esto es sin respaldo real en el conjunto de la economía.

La inflación, se sabe muy bien arrancando desde el estudio del fenómeno, tanto histórica como geográficamente, solo se derrota con producción, reglas claras de juego para todos los actores, y, plan armónico serio y consistente destinado al desenvolvimiento de la economía. Parafraseando al legendario héroe de la Francia Libre, el presidente impulsor del proceso de descolonización en África y la renovación de su país, el general Charles de Gaulle, podrá decirse: Maduro ha ganado unas batallas, pero por la vía que va, irá a perder la guerra.




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