Porlamar
23 de abril de 2024





EL TIEMPO EN MARGARITA 28°C






Don’t worry be happy
La diferencia está en que no percibimos cómo trabaja el tiempo, en que no adquirimos conciencia de los sutiles desgastes de la materia, de la energía que transformamos y desplazamos de nuestro cuerpo, el que silenciosamente empieza a vaciarse de existencia.
Ramón Ordaz | rordazq@hotmail.com

18 Ene, 2018 | Llueve, llueve sobre la tierra que ahora levanta su verde alumbramiento; hace visible su fecundidad, bonanza que pertenece a todos y a nadie. Llueve, el tiempo oculta sus relojes, abre sus relicarios para que traspasemos el umbral echando bendiciones. Llueve y nuevas luces emergen de los claroscuros de las ánimas, hacen su aparición ciudades invisibles.

¿Qué es la vida, si no una inevitable repetición? Volvemos a lo mismo, sobre lo mismo.

La diferencia está en que no percibimos cómo trabaja el tiempo, en que no adquirimos conciencia de los sutiles desgastes de la materia, de la energía que transformamos y desplazamos de nuestro cuerpo, el que silenciosamente empieza a vaciarse de existencia. Todos los días somos otros y no nos damos cuenta. Cruelmente la vida cotidiana sigue su curso como si nada trascendente ocurriera a su alrededor; la muerte, aquí o allá, no es más que un asunto de contabilidad, un mínimo descuento en la risa de la muchedumbre, porque en el argot popular “la vida se acaba para el que se muere”, gesto final de una sociedad vacía de contenidos, de ausencia de propósitos, más allá de la inevitable y común muerte.

Mientras esa sea la divisa, el norte de quienes no conciben otros horizontes más allá del límite del cuerpo, para el cual trabajan y sacrifican todo credo posible, abominable ceguera colectiva que se aliena a la expectante promesa de un mundo mejor, la condición humana va en picada, surte la asfixia de un mundo en decadencia, próxima a su colapso. ¿Qué somos hoy, sino una rastrera humanidad de sobrevivientes, mientras el harapiento ser se acomoda -se acondiciona es mucho decir- a frágiles circunstancias donde el porvenir no existe? Llueve y no importa, porque ningún bien nos alcanzará al paso de las aguas. Llueve y el agua va llegando al mar de los náufragos, al blando invertido cielo por donde se escapa la vida de los balseros. No es Cuba, es Venezuela.

Llueve sol, llueve insomnio, llueve desesperanza. Llueve en el Paraíso, llueve en el Infierno, menos en el Limbo donde estamos solos. Llueve procesionalmente en el ventrículo izquierdo, porque el derecho no existe. Llueve que parecen lágrimas que viajan al Leteo. Llueve que parece luto en la sociedad de los poetas muertos. Llueve ácidamente porque se han ido los ángeles de la lluvia. Y mataron cachilapos para comer, el Becerro de Oro en una orgía que va del rojo al blanco. Ni maduros ni inmaduros: Un tsunami con su epicentro en Miraflores. En el campo de Agramante el saqueo es una orden para sobrevivir. Las Legiones del Hambre condecoran a los suyos con un pollo, una cerveza, un empaque de harina, una sandía, una lechosa, un porro colombiano, un sanguíneo sangueo, una sandunga, un pasacalle, una rebelión de banderas en el cosmos. Zaqueo nada tiene que ver. “Llovía torrencialmente y en la estancia del horcón, como adornando el fogón, estaba toda la gente”. No es leyenda.




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