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La tribu de Lemay, cuando el poder envenena el alma…
Ni el Emperador ni el Rey estaban haciendo caso de todas las señales que la tribu les enviaba por distintos medios y emisarios.
Crisanto Gregorio León | crissantogleon@gmail.com

21 Ene, 2018 | El territorio de Onelag estaba poblado por varias tribus dispersas y su única cohesión era el Zednan de la explanada Reh; que representaba la salud del cuerpo y del alma de aquella región.

En esas planicies las tribus solo se congregaban cuando el Zednan lo exigía.

De entre las tribus, la más poblada era la de Lemay, quien hacía reformas camuflándolas de beneficios, tratándose en realidad de sacrificios injustos e inhumanos para con sus súbditos.

Lemay se aprovechaba de la influencia que tenía sobre Zilda, la primogénita del emperador Sebla, y a causa de esa ascendencia permanecía como el Ouconi de la tribu, con atributos plenipotenciarios y por cuya delegación tenía una potestad aterrante. Sin que las autoridades imperiales pudieran advertir que se estaba atormentando a la tribu al punto de debilitarla, desprestigiarla y desaparecerla.

De igual modo, por desconocidas razones Erisor, una cortesana de grande influencia, permitía a Lemay ejecutar medidas que causaban deshonor para los sabios de la tribu y producían la diáspora de lo más representativo de la casta Zednan de la explanada Reh; por quienes realmente se mantenía la existencia de la tribu. Pero Lemay la estaba aniquilando.

Ni el Emperador ni el Rey estaban haciendo caso de todas las señales que la tribu les enviaba por distintos medios y emisarios.

Lemay, junto a su clan, impartía órdenes secretas, que se materializaban en perjuicio de quienes le veían como el Ouconi de la tribu, el enviado. Pero no era así, pues Lemay adoptaba el atavío de Ouconi para poder ejercer dominio esclavizante y perverso sobre el Secaf donde entronizaba su crueldad. Y con la ayuda de Atirual, el humo que se desliza, podía bilocarse y enterarse de todo cuanto ocurría en el Secaf. De igual modo habíase aliado con la exigua hechicera Ainoz Legnar quien le preparaba embriagantes pócimas cuyos efectos alucinantes le robaban la esencia divina con la que una vez contó, y la oscuridad y la maldad se entronizaban cada vez más en el corazón de Lemay.

El Secaf era la región más fértil y más poblada del reino, por las riquezas que allí se encontraban, y cada cierto tiempo se escogía de entre los súbditos a quien velara por los intereses de la explanada Reh en el imperio de Sebla, para honrarlo con la dignidad de
Ouconi.

Se debía tratar de una persona con cualidades específicas que recibiría el honor de Ouconi. De entre sus competencias por tan elevada misión debían estar: transparencia inefable, alma bondadosa, conocer las necesidades del reino y poder gobernarlo, pero no tiranizarlo. Sin embargo, Lemay gobernaba con tiranía y desprecio hacia la gente de la cual provenía, con una mente retorcida y un espíritu angustiador.

El Ouconi de esta tribu se llama Lemay, pero resultó una perversión.

Muchos han sido los Ouconi que han pasado por la tribu que ahora lideraba Lemay.

En tanto, por una orden imperial, el rey Racso pudo concienciar la maldad intrínseca de Lemay y ordenó la selección de otro Ouconi en provecho de la supervivencia y prestigio del Zednan de la explanada Reh.

La paz, el respeto y amor recíprocos regresaron a la Tribu con un nuevo Ouconi que restableció la dignidad de los súbditos, de las castas y los sabios.

A Lemay y a su delfín Atirual, junto a la bruja Ainoz, se les desterró del imperio y sufrieron vergüenza e ignominia por el resto de sus vidas. Jamás ni por la nobleza del corazón del emperador Sebla ni del rey Racso se les permitió pisar el Secaf, ni ninguna tribu del Zednan de la explanada Reh. Sus días se convirtieron en desdicha por tanta infamia que hubieron materializado cuando el poder les envenenó el alma.




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