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Muchos analistas han destacado que las convicciones y reflejos democráticos de la sociedad venezolana son, paradójicamente, su fortaleza y su debilidad frente al chavismo. Son fortaleza porque constituyen una suerte de coraza que ha impedido la concreción de las pretensiones totalitarias del “socialismo del s. XXI”. Son debilidad porque dificultan el diseño y la implementación de estrategias para enfrentar a un oponente NO democrático.
Aliño Compuesto | Manuel Narváez | narvaezchacon@gmail.com

22 Feb, 2018 | La oposición no presentará candidato unitario en las elecciones que las indignas rectoras del CNE diseñaron a la medida de las necesidades de este gobierno despótico.

Aunque muchos, entre quienes me cuento, habrían preferido la participación; hay que reconocer que, bajo las condiciones impuestas por el gobierno, particularmente el adelanto y la compresión arbitraria de los lapsos electorales, resultaba materialmente imposible llevar adelante un proceso eficiente para recomponer la unidad de la oposición y seleccionar al líder que hubiera rivalizado con el esperpento que tiraniza a Venezuela.

La decisión de asumir la abstención activa como estrategia, abre escenarios de alta incertidumbre para la oposición. En primer lugar porque resulta contra intuitiva frente a la idea que asocia democracia con participación electoral. Y en segundo, porque, ¿cómo se come eso de la abstención activa?

Muchos analistas han destacado que las convicciones y reflejos democráticos de la sociedad venezolana son, paradójicamente, su fortaleza y su debilidad frente al chavismo. Son fortaleza porque constituyen una suerte de coraza que ha impedido la concreción de las pretensiones totalitarias del “socialismo del s. XXI”. Son debilidad porque dificultan el diseño y la implementación de estrategias para enfrentar a un oponente NO democrático.

Conducir exitosamente la estrategia de la abstención activa supone que seremos capaces de articular medios no violentos y con legitimidad democrática, para desmontar la mascarada electoral con la que Maduro pretende atornillarse en la presidencia de Venezuela. Hará falta mucho coraje cívico, mucha sensatez y, sobre todo, mucha inteligencia creativa. La tarea es difícil, pero soy de la partida.




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