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La llamada de la tribu
El tránsito de una juventud muy influida por el marxismo y el existencialismo de Sartre, hasta convertirse en un vocero muy militante del pensamiento liberal más ortodoxo.
EDUARDO FERNÁNDEZ | @EFernandezVE

23 Mar, 2018 | Así se llama el último libro de Mario Vargas Llosa, que acaba de aparecer en las librerías de todo el mundo hispanoparlante. Se trata de una especie de autobiografía intelectual. El premio Nobel peruano nos cuenta cuáles fueron las lecturas que moldearon su formación y la evolución de su pensamiento.

El tránsito de una juventud muy influida por el marxismo y el existencialismo de Sartre, hasta convertirse en un vocero muy militante del pensamiento liberal más ortodoxo. Vargas Llosa, como tantos jóvenes de su tiempo, sufrió una influencia muy grande del comunismo, deslumbrado por la revolución cubana.

Eso le ocurrió a una gran cantidad de jóvenes en los años cincuenta y sesenta. Afortunadamente, no se encerró en una posición dogmática sino que se dedicó a observar las contradicciones de aquel proceso, y de la experiencia comunista en general, y a leer a otros autores que le abrieron diferentes perspectivas. Así fue como se inició en la lectura de los grandes autores clásicos del liberalismo: Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friederich von Hayek, Karl Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlin y Jean-François Revel.

Esas lecturas le ayudaron a entender la importancia del individuo frente a la masa, a la tribu, a la raza, a la nación, a la clase o al partido. Lo ayudaron también a comprender la importancia de la libertad y, particularmente, de la libertad de expresión como valor fundamental para el ejercicio de la democracia. En estos días he leído a Vargas Llosa, a quien tuve la suerte de conocer hace muchos años cuando estuvo en Caracas para recibir el Premio Internacional Rómulo Gallegos con motivo de la publicación de su novela La casa verde. En aquella época, todavía Vargas Llosa era icono del marxismo y del fidelismo. La mayoría de mis compañeros lo aclamaban como una demostración viviente de que los intelectuales de su tiempo tenían que ser marxistas, comunistas y fidelistas. A lo largo de mi vida me ha tocado, con frecuencia, estar del lado de la minoría supuestamente equivocada.

En muchas oportunidades nos tocó enfrentar la gritería de los fanáticos de la izquierda que sostenían las tesis de la sociedad sin clases, de la dictadura del proletariado y de la lucha contra el imperialismo. Por aquellos años tuve la suerte de leer el libro fundamental del Karl Popper, La sociedad abierta y sus enemigos. Ahora me entero de que ese mismo libro produjo un efecto extraordinario en nuestro premio Nobel. Recomiendo la lectura de La llamada de la tribu. Vale la pena leerlo.
Seguiremos conversando.




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