Porlamar
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Porlamar en un canto
En perspectiva, Lunar traza los rigores sufridos por los habitantes de una minisociedad a resultas de los ataques de piratas, corsarios y los traumas ocasionados tanto por la embestida de Lope de Aguirre como por la Guerra de Independencia.
Alexi Berríos Berríos

16 Abr, 2018 | Luego de leer con detenimiento la disertación del historiador Rafael Antonio Lunar Leandro sobre los 482 años de la ciudad de Porlamar, sentí, además de regocijo, las ganas de esbozar un comentario en relación con la sustancia teórica y la belleza estética que reside en el discurso ideado por un hombre que ama su tierra, esto es, la matria que lo vio nacer y, al propio tiempo, valora con sinceridad el tesonero trabajo de un humanista de la talla de Erwin Murguey acerca de su lugar.

En perspectiva, Lunar traza los rigores sufridos por los habitantes de una minisociedad a resultas de los ataques de piratas, corsarios y los traumas ocasionados tanto por la embestida de Lope de Aguirre como por la Guerra de Independencia. En tal contexto, Rafael Antonio Lunar Leandro caracteriza a Porlamar espacial y culturalmente, sin perder de vista el génesis insular fundamentando su propósito en fuentes firmes que, en dos palabras, refulgen su oficio de historiador profesional. Quedan así al descubierto guaiqueríes, santos, gente de mar…

y un minimundo rodeado de agua que se anega en los ojos que miran desde una inmortal atalaya. De esta suerte, el hombre de la Isla se anonada con los sonidos del mar y el lenguaje de una ciudad que bulle en una imagen cartográfica total, o, al revés, en una figura del lugar que aspira a la totalidad por medio de la pluma de Lunar. A partir de ella, el lector preocupado por descubrir el soma de esa bella isla venezolana, pudiera enterarse de las ausencias culturales tan necesarias para saberse en el tiempo. Sé que los hombres de mar morirán preguntándose por el origen del mismo, para después decir con Jorge Luis Borges: "Lo sabré el día ulterior que sucede a la agonía". Sin embargo, lo concerniente al acontecer histórico lo pueden averiguar si y solo si existen historiadores convencidos de su quehacer como Rafael Lunar Leandro, cuyo objetivo no es otro que el de armar el cuerpo cultural de Porlamar al saberse de la importancia que tiene para la historia nacional.

Vale la pena subrayar, por último, el hermoso y sincero acercamiento de Lunar con respecto a la obra y al sentido humanista del poeta Erwin Murguey, por cuanto sus palabras alcanzan en justa dimensión histórica a la memoria de un hombre que vivió navegando en un mar de tinta para delinear el ser local que lo cobijó. Un juglar tocado por la pólvora fulminadora de los sueños para rescatar e inventar los pasos dados por otros y por él en la hebra cultural de una ciudad. ¿Dónde buscar su enjundia? Claro está, en las obras que Rafael Lunar señala con el fin de no dejarlas perderse en el olvido y soltarlas a la brisa margariteña para que en cualquier momento las pupilas juveniles se las succionen. O, a lo mejor, para que Porlamar continúe siendo un paraje de cantos como el apuntado por el historiador Rafael Antonio Lunar Leandro.




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