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Pobres con dignidad
La mirada indiferente de las autoridades es una bofetada a la dignidad del pueblo que se desangra, se desune, se rompe en su tejido social, familiar y afectivo.
Fernando Castro Aguayo fcastroa@gmail.com

14 May, 2018 | “La mirada indiferente de las autoridades es una bofetada a la dignidad del pueblo que se desangra, se desune, se rompe en su tejido social, familiar y afectivo.”

Es posible vivir con dignidad, cuando se crean las condiciones para poder trabajar y para el desarrollo. Se requieren recursos para modernizar los esfuerzos, inversión en una mayor instrucción y educación. Una mayor conciencia ciudadana de cuidado de la familia y de las buenas costumbres, indispensables en el tejido social. Esta clara visión ayuda a caminar en la dirección adecuada.

Al comienzo de la democracia se invirtió muchísimo en educación. Los frutos se vieron enseguida en la capacitación de nuestros jóvenes. Esto junto a la institucionalidad del país permitió un crecimiento impresionante en el orden social, económico y político. Había familias con esperanzas de mejora y crecimiento.

Hoy en el 2018, a todos nos falta comida, luz, agua, ninguno consigue aceite para los motores, la burocracia es infinita para emprender cualquier actividad. Parálisis y precariedad. Trabajar no sirve para vivir. La administración pública no trabaja porque no hay electricidad... algo insólito: se paraliza quien es parte fundamental del motor social. Ante tanta necesidad, la migración es impresionante.

La mirada indiferente de las autoridades es una bofetada a la dignidad del pueblo que se desangra, se desune, se rompe en su tejido social, familiar y afectivo.

Hay promesas insólitas en estos días. Siempre hay enemigos culpables creados para eludir constantemente la responsabilidad. Hay promesas de bonos y de “pensiones”, pero eso sí “dando y dando”: verdaderos esclavos que necesitamos del amo para subsistir... la alienación en lo que más duele. Y allí entran todos los sectores sociales.

Sembrar el Evangelio de Jesucristo es potenciar en los creyentes las capacidades y energías de bien y de cambio. Vuelve la lucha por la dignidad. Esta nunca ese pierde. Y por ella siempre hay que luchar. Pobres, porque no nos sobra, y dignos para luchar por trabajar para vivir.




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