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Mi vida es un periódico de ayer
La trascendencia de un periódico de hoy la sepulta antes de amanecer la edición del nuevo día. "Mi vida es un periódico de ayer", canta Ismael Miranda en paródica alusión al amor fugaz, a la perecedera esperanza que castiga con imposibles a quienes aspiran a eternizar la inspiración. Solo quien tiene claro el lugar que ocupa entre los hombres puede cruzar sin contaminarse esa zona infecta del periodismo cotidiano.
Ramón Ordaz | rordazq@hotmail.com

28 Jun, 2018 | Papel aguanta todo. El más común, el más vulgar y cotidiano de nuestros papeles es el periódico, esos pliegos donde nos viene impreso el diario acontecer del mundo. Ninguna mente podría soportar la avalancha de esa desmesura mediática que cae inmisericorde, aplastante, sobre quienes buscando distraer el tiempo, pasean sus ojos piadosos por la escotilla de esos barcos de papel que día tras día esperan por el lector en los kioscos de nuestras calles. Somos unos incurables consumidores de noticias, y no nos damos cuenta.

Quien busca la verdad en un periódico dice –más bien desdice- mucho de su talante de ciudadano, deja la sospecha de que algo no está bien en la azotea. En los diarios lo dominante es la información, a la que se acude en busca de bastimento para poder brillar un poco en el cotorreo de las casuales tertulias de nuestros espacios públicos; otras veces para afirmarnos entre familiares y amigos como "talentosos" hombres del carpe diem.

La trascendencia de un periódico de hoy la sepulta antes de amanecer la edición del nuevo día. "Mi vida es un periódico de ayer", canta Ismael Miranda en paródica alusión al amor fugaz, a la perecedera esperanza que castiga con imposibles a quienes aspiran a eternizar la inspiración. Solo quien tiene claro el lugar que ocupa entre los hombres puede cruzar sin contaminarse esa zona infecta del periodismo cotidiano.

Solo quien sabe discernir entre esto y aquello atraviesa el proceloso mar de la información hasta llegar incólume y airoso a la orilla del otro día. Un periódico se nutre de noticias que van desde las más vulgares hasta las más connotadas de los hombres públicos, entre ellas las sandeces que ponen en circulación quienes están urgidos por vendernos sus productos, sean estos materiales o espirituales. Qué decir del deporte; los diarios reservan para tal actividad un cuerpo entero.

De izquierda o de derecha –hoy en día la misma tierra de engaño-, los gobiernos de turno privilegian el músculo antes que la letra, como señalaba el cáustico Juan Nuño, porque logra más rentabilidad en la masa a la que se predica. La letra no siempre concilia con los espejismos del diario vivir.

A un letrado, un poeta, por ejemplo, hay que tratarlo con cuidado, ya que si se le da mucha cuerda revienta los engranajes del reloj, y ante semejante avería el tiempo es todo suyo, se pierden las coordenadas y si alguien pretende entrar a su laberinto la única salida posible es por su ego.

Cuando la odisea diaria del periódico avienta a los ciudadanos tantas palabras sin sosiego, dichas al voleo por los charlatanes de la política en plan de dirigentes o de mentores, saltan virutas por todas partes que nos tapan el sol, nos enceguecen tantas "verdades" agolpadas en esas sabidurías cuya misión última es imponer la fe ante la mentira que predican. Mientras la realidad flagrante los castiga, nos invade la náusea.




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