5 Jul, 2018 | Dentro de algunas semanas, o quizás solo sean días, el gobierno convocará a elecciones de concejales. Entonces arreciará el debate que separa a la oposición entre "abstencionistas" y "participacionistas"; y subirá el tono de la discusión sectaria y estéril entre fanáticos reduccionistas que defienden sus respectivos dogmas de fe.

Para superar esta lógica autodestructiva y poder abordar este dilema con provecho, es necesario un enfoque más rico en matices, más complejo; porque bajo la dictadura bolivariana, son las situaciones concretas las que determinan la pertinencia de participar, o no, en los procesos electorales que se convoquen.

Bajo regímenes democráticos, votar siempre es bueno y útil. Pero estamos viviendo bajo un régimen en el que se manipulan los procesos electorales para consolidar la dominación hegemónica de la oligarquía chavista. En dictadura, y es nuestro caso, la participación electoral no siempre es automáticamente buena.

Por esa razón, la oposición debe dejar al margen las posiciones principistas y evaluar a la participación electoral como un medio que nos acerca o nos aleja del objetivo de cesar a este régimen perverso y destructor. Frente a cada evento electoral que el gobierno convoque, se debe definir una estrategia específica que determine la conveniencia o no de participar. En el pasado nos hemos equivocado (2005), pero también hemos sido exitosos (2015) en la selección de la estrategia.

En las últimas elecciones ocurrió lo peor: no fuimos capaces de consensuar un acuerdo, así la derrota estaba cantada.

Concentrándonos en el presente, pocas dudas caben en torno a la pertinencia de participar. Si comenzamos desde ahora, tenemos tiempo suficiente para armar los acuerdos necesarios que permitan expresar electoralmente el inmenso rechazo que existe en contra de este gobierno despreciable.