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No al irracionalismo heroico
Quienes nos oponemos a este gobierno infame, hemos vivido momentos de auge (2003, 2007, 2013, 2015) y momentos de recesión (2000, 2005, 2009, 2018). Flujos y reflujos; como una gran marea de angustias e ilusiones.
Manuel Narváez | narvaezchacon@gmail.com

12 Jul, 2018 | "La realidad no puede transformarse sino a partir de ella misma". Esta frase, de clara raigambre marxista, es frecuentemente empleada por mi amigo sociólogo Chucho Indriago, en situaciones en que la ensoñación desbordada y el optimismo místico perturban el juicio crítico de quienes participan en las reuniones de trabajo en Fedecene.

Tiene razón Chucho. Para que la acción transformadora sea efectiva, debe ser precedida por el análisis riguroso de la situación que nos permita ponderar las posibilidades reales de acción y plantear objetivos no solamente deseables, sino también alcanzables. Si no hay sensatez en este ejercicio de cálculo estratégico, el fracaso está cantado.

Por supuesto, mantener una fe apasionada en la causa que se defiende es indispensable para vencer obstáculos y superar frustraciones. Pero ese fuego interior que nos anima a sostener el accionar cotidiano en defensa de lo que creemos correcto, no debe confundirse con esa suerte de irracionalismo heroico, de voluntarismo ciego y ramplón, que surge al calor de expresiones del tipo "triunfaremos por encima del cielo y del infierno, si el cielo y el infierno se interpusieran en nuestro camino" o "si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella y haremos que nos obedezca" (la primera frase es de Dolores Ibárruri, "La Pasionaria"; la segunda, lo sabemos, de nuestro manoseado Simón). Animados, optimistas y comprometidos: sí; pero también conscientes de la correlación de fuerzas con quienes nos adversan y de las posibilidades reales de acción.

Quienes nos oponemos a este gobierno infame hemos vivido momentos de auge (2003, 2007, 2013, 2015) y momentos de recesión (2000, 2005, 2009, 2018). Flujos y reflujos; como una gran marea de angustias e ilusiones. Hoy estamos en uno de los peores momentos: liderazgos decapitados, partidos ilegalizados, desmovilización, frustración. En frente, un Gobierno que ejerce un férreo control represivo transformando a la Fuerza Armada en guardia pretoriana de la élite enchufada, en perros de presa de la dictadura; pero que sufre el creciente desafecto de una población golpeada por la atroz calamidad económica que importamos de Cuba.

Para la oposición democrática sensata no son tiempos para arrolladoras manifestaciones de calle, ni para la retórica triunfalista. Son tiempos para el acopio de fuerzas, para la recomposición de los partidos, para transformar el descontento silvestre en protesta y reclamo, para oxigenar y rehacer el discurso de cambio. Bajo tales circunstancias, la participación en el proceso electoral de concejales que concluirá en diciembre es la decisión que conviene en este momento histórico.




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