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El martillo de la Guardia
La joven abre las manos y encoje los hombros en señal de incomprensión. El hombre se lanza: tiene que incluir en su estructura de costos el martillo de la Guardia Nacional Bolivariana. Ante la mirada de asombro de la joven, es más claro: en este país el martillo de la Guardia Nacional es parte de la estructura de costos de cualquier empresa.
Pedro Salima | psalima36@gmail.com

5 Ago, 2018 | Una joven empresaria, con muchas ganas de progresar, que en términos sinceros quiere decir con muchas ganas de hacer dinero, nada afín a los anuncios reiteradamente incumplidos del camarada Nicolás Maduro, pero, para mala leche de la oposición, enemiga de los pedidos de sanciones contra Venezuela y adversa a las guarimbas, decidió meterse en el mundo de las exportaciones, a sabiendas de las facilidades que el gobierno venezolano está dando de boquillas para traer divisas al país.

Lo de boquillas no es una travesura de este escribidor, sino que la realidad es una maraña burocrática, de carpetas perdidas en el fondo de una gaveta, de citas aplazadas, de cambios de ministro y comenzar de nuevo con otros requisitos, de “la vamos a llamar” sin que la llamada llegue. Lo más llamativo de este recorrido kafkiano es ver a generales y coroneles con sus permisos obtenidos en un santiamén.

Pero ella, terca y paciente, llega al final de la carrera. “Sin bajarme de la mula”, aclara, a pesar de no tener interés en darle una palmadita al gobierno, solo es sincera. Dice enfáticamente que una vaina es el burocratismo, la ineficiencia, el vivapepismo, la indolencia, y otra la corrupción. Solo que esa llegada a la meta es frente a un funcionario serio, bien vestido y amable que le pide perdone los retardos, el papeleo y los desplantes, pero que al Estado le interesa apoyar a los exportadores.

Revisa los papeles, el proyecto, los números, allí están los costos. Carraspea, mira a la joven, teclea la computadora. Todo bien, pero hay un detalle. La empresaria frunce el ceño. El funcionario se masajea las manos, se inclina hacia adelante. Le explica: una cosa es el Estado que le brinda todo el apoyo y otra cosa es la Guardia Nacional.

La joven abre las manos y encoje los hombros en señal de incomprensión. El hombre se lanza: tiene que incluir en su estructura de costos el martillo de la Guardia Nacional Bolivariana. Ante la mirada de asombro de la joven, es más claro: en este país el martillo de la Guardia Nacional es parte de la estructura de costos de cualquier empresa.

Cuando la joven empresaria me termina de contar su caso, ya convencida por otros empresarios, tanto exportadores como importadores, que el funcionario fue de lo más sincero y tiene razón, por lo tanto el martillo de la Guardia Nacional pasa a formar parte de su estructura de costos, recordé que el más acérrimo, intolerante y soberbio defensor de la Guardia Nacional Bolivariana es el camarada Diosdado Cabello. ¿Será que el bolivarianismo de ambos es igual?




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