Porlamar
25 de abril de 2024





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El agua, una bendición
Hay una niña que me quiere en la China y yo le digo que mientras más lejos me mande más me quiere, hay otra campeona que se nos fue hace poco para Caracas y duele su partida
Alfredo Calvarese

7 Jun, 2019 | En principio, para algunos de nosotros, el día empieza como si viviéramos en el estado Monagas y luego cruzáramos el Orinoco a nado para ir a trabajar al estado Bolívar.

A las siete y cuarto ya estamos del otro lado, bañados y frescos, de alguna manera cansados, pero felices, dispuestos a iniciar nuestras rutinas de trabajo. Lo que nadie comprende es que mientras cumplíamos con esos tres o algo más de kilómetros de entreno ya el día había empezado muy temprano a las sombras de la ciudad, mientras se saboreaba un café con calma, entre cantos de chulingas y turpiales, con las nubes rosadas y naranjas cruzadas por rayos de sombras cuando el sol despunta suavemente.

Luego más tarde, mientras paramos entre serie y serie, con los corazones alterados en pulsaciones, ese mismo sol estalla detrás del roble o del almendrón, según la época del año, el viento cargado de aromas de flores y frutos revienta en nuestros rostros, otra serie más y diez o quince segundos para escuchar los pericos alborotados y escondidos entre los inmensos arboles de uvas de playa.

Terminamos un grupo de series y llegan otros compañeros de nado y vamos saludando, también llegan niños a quienes mi compañero entrena y traen sus rostros dormidos, sus cuerpos arrastrados, sus madres mas dormidas que ellos pero escondiendo sus realidades detrás de instrucciones dichas con carácter, saludamos efusivamente como si no los hubiéramos visto en meses.

Hay una niña que me quiere en la China y yo le digo que mientras más lejos me mande más me quiere, hay otra campeona que se nos fue hace poco para Caracas y duele su partida, hay otro que trae su celular y su corneta, la ubica sobre uno de los tacos y pone música cuyas letras aterran pero cuyo ritmo despiertan a cualquiera.

Hay madres que se meten al agua, que medio entrenan y otras se remojan mientras chismean.

Nadamos el plan de entreno y una vez más se recorren las ciento veinte o más piscinas y nos vamos picando intentando bajar los tiempos y de igual manera bajar las pausas para reponernos.

La piscina y su trabajo permiten acondicionar el cuerpo, le agarras confianza a tus capacidades y posibilidades, amas la estructura corpórea y te impresiona como funcionan y se sincronizan todos los sistemas, óseo, muscular, nervioso, circulatorio y respiratorio, que maravilla.

Termina el entreno, el cuerpo se aquieta mientras el agua relaja la gravedad del mismo, las pulsaciones retornan a su normalidad. Amas el agua, te amas en medio de ella, que gran bendición.




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