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Perdió la ley, ganó el pranato
o insoportable es ver, en el video, a la gente bailando y bebiendo, celebrando la victoria del pueblo contra la policía, y el desparpajo de hombres y mujeres, incluyendo niños, con el cual se muestran solidarios con los bandidos.
Ángel Ciro Guerrero / angelcirog@hotmail.com

2 Ago, 2019 | El video que evidencia hasta donde se ha profundizado en el cuerpo social, sobre todo en barriadas como las que componen el inmenso escenario urbano, marginal por supuesto, de la otra vez publicitada Cota 905, a medio mundo deja perplejo.
Lo que allí se trasmite, crudo retrato de una realidad que día a día se magnifica, echa por tierra todo lo que la señora ministra del asunto penitenciario sostiene en cuanto a que la revolución dignificó a la gente que de una y otra forma tuvo o tiene severos conflictos con la legislación. Se convierte en mentira lo de su conversión en un hombre nuevo o, mejor, en perfecto ciudadano, en alguien que arrepentido, se declara dispuesto a reinsertarse en la sociedad para, decencia de por medio, demostrar su disposición a no volver jamás a delinquir.
Pura paja revolucionaria, pues, salvo uniformarlos de amarillo, ponerlos a marchar, a pararse firmes en perfecta simbiosis con el elemento militar, en gran medida la señora ministra no puede presentar claros ni concretos avances, perfectamente positivos, que le permitan afirmar que el gravísimo problema carcelario está resuelto.
Ese material traduce, con claridad espantosa, una triste y peligrosa verdad, imposible para el gobierno seguir escondiendo y que, sin duda alguna, lo deja muy mal parado ante el mundo entero que, asombrado, lo asemeja a situaciones parecidas que de continuo ocurren, por ejemplo, en las favelas o barriadas de Río Janeiro o Sao Paulo en el Brasil.
Nadie puede negar, pregúntenle a los especialistas que sí saben del problema, que en tiempos de revolución el delito se acrecentó, y las cifras lo fueron indicando. Alguien, y nadie pudo desmentirlo, afirmó que en el país, y bajo el mandato de Chávez y Maduro, se habrían establecido como tales algo más de cien mil bandas, que no sólo se habían apertrechado de armamento superior en todo al que utiliza la mayoría de los cuerpos policiales, sino que presuntamente contaron con alguna ayuda por parte de autoridades enquistadas en distintos mandos de la república.

Surgieron, como arroz, los denominados “pranes”, verdaderos líderes que controlan las cárceles y que muchos de ellos, fotos de por medio, contaron con la amistad de la señora ministra. Estos señores lograron que se les permitieran construir piscinas, discotecas y otras estructuras que, además de aumentar agigantadamente sus bolsillos de dinero contante y sonante, les facilitó también toda clase de negociados, incluyendo la productiva distribución y venta de drogas. Si esto es mentira, que el gobierno lo demuestre. Y si es verdad, que lo reconozca.
No extraña, entonces, que el CICPC, la antigua y eficiente PTJ, que se dispuso a intervenir en la Cota 905, fuese rechazado a plomo limpio y tuvo que retirarse, humillado, derrotado y cacheteado no sólo por las bandas armadas allí existentes, sino porque desde Carmelitas o Miraflores se les ordenase abandonar ese cuadrante, que fuese declarado Zona de Paz, pero en la práctica convertida, y la denuncia lo específica, en verdadero santuario en donde se han establecido otra clase de pranes, que esta vez actúan fuera de prisión y son, es lo que vienen demostrando, mucho más sicarios, asesinos y lambrosianos que sus colegas y camaradas que dominan las cárceles.
Lo insoportable es ver, en el video, a la gente bailando y bebiendo, celebrando la victoria del pueblo contra la policía, y el desparpajo de hombres y mujeres, incluyendo niños, con el cual se muestran solidarios con los bandidos que, gozosamente enfermizos blanden su sofisticado armamento, y se identifican sonrientes de su hazaña con Maduro y su revolución.
Hace años, el propio Chávez ordenó buscar, juzgar y condenar al que sigue siendo jefe de uno de los mayores colectivos del 23 de Enero. No lo encontraron. Se lo tragó la tierra, aunque los vecinos lo observan todos los días y la policía, los cuerpos de seguridad del Estado, la guardia nacional y el ejército saben dónde está, pero no lo apresan. Por tanto, pedirle a Maduro que ordene apresar a los pranes de la Cota 905, enemigos públicos número uno de la sociedad venezolana de estos tiempos de revolución, es gastar saliva.




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