18 Sep, 2020 | Es lamentable, como la Isla de Margarita, uno de los destinos turísticos más solicitados del Caribe, modelo de crecimiento económico y social en la región, muestre hoy un rostro antónimo, sobre todo en estos momentos en que la pandemia del Covid-19, ha vulnerado la actividad turística en el mundo, siendo esta actividad hasta hace poco, el principal motor económico del estado Nueva Esparta.

Aunado a esto, la situación de ínsula que la hace más vulnerable, la implementación de medidas de distanciamiento social, de restricciones a la movilidad y la insuficiencia de combustible, no proveen siquiera garantía para que los suministros básicos requeridos le lleguen a toda la población, como tampoco se observa una eficiente prestación en los servicios de electricidad, agua potable, transporte, eliminación de aguas servidas y recolección de basura.

Por lo que no podemos predecir, cuánto tiempo más resistirá la vapuleada subsistencia de las islas de Margarita y Coche esta situación, pues, en su mayoría dependerá de la continuidad eficiente de los suministros externos de recursos, bienes y servicios. Ya que, sin duda, el agua potable, la electricidad, como la mayor parte de los alimentos que consumen los neoespartanos provienen mayoritariamente de tierra firme. Pero de lo que sí podemos estar seguros es que esta situación prevalecerá mientras se continúe gerenciando al estado Nueva Esparta, como un estado conformado por espacios cerrados o separados del mundo.

Y que, por el contrario, sea vista como la ventana del mar Caribe y de la América Latina, una interface que demanda el contacto externo, la comunicación e intercambios comerciales, sumamente necesarios para subsistir y no resultar así, en futuras zonas deprimidas para quienes viven hoy en ellas. El llamado debe ser a unir esfuerzos para explorar nuevos contextos, que enfrenten la actual crisis y nos prepare para un escenario que viene marcada por la incertidumbre de cómo este se manifestará post pandemia.