Porlamar
19 de abril de 2024





EL TIEMPO EN MARGARITA 28°C






Nuestra luna de miel en Margarita
La vida es un sueño; termina pareciendo una película”. Ahora releo su pensamiento, colofón de nuestra conversación, en voz alta. Veo su foto, sentado en la oficina de mi papá, con mirada lejana mientras repasa sus pasos.
Dalal El Laden / ladendalal@hotmail.com / http://dalalelladen.blogspot.com

27 Oct, 2020 | A la memoria de Sobhi Uzel-Mardini Ghazaoui (1923-2018), mi tío abuelo materno



“El futuro todo está en el pasado, y la absoluta tristeza en la absoluta felicidad” (Fernando Vallejo, en “Los días azules”, página 104).



En diciembre se cumplirán cuatro años de esta entrevista, sin embargo, la recuerdo como si el tiempo no hubiera pasado. Cuando Sobhi Uzel Ghazaoui (mi tío abuelo, hermano de mi abuelita materna) vino al mundo (en Líbano, específicamente en Ghaza, pueblo natal de mis padres), por ser su papá (Abdul Aziz Uzel) de Mardini, en un descuido le cambiaron Uzel (su apellido paterno) por el nombre de esta ciudad turca. Y así se quedó y así registró a sus hijos y éstos a los suyos.

Lo que más rememoro es su calma al llegar (a sus noventa y tres años aún manejaba) a la tienda de mi papá, en la avenida Santiago Mariño (Porlamar), solo alterada al hablar de los incontables problemas del país. Desde chica, lo que más me decía –después de Dios te bendiga– era: qué bueno que te gusta estudiar, te felicito, sigue adelante. Me enorgullecía tener un tío abuelo tan jovial, alentador, de mente abierta, con quien podía tratar diversos temas. Su cariño y gran lucidez me llevó a pedirle que me contara su ayer: claro, hija, pregúntame y te respondo.

“Cursé la primaria con el profesor Yúsef, quien también era zapatero. ¿Pasatiempos? Ninguno. A los diez años empecé a trabajar, hasta descalzo, en el campo; cuatro horas sin descanso para ganar dos dólares, imagínate, cuatro meses regando la tierra, sembrando maíz, caraotas, papas, droga ('hashishe'), por unos doscientos dólares. A los diecisiete años visité Mardini, donde estuve un par de semanas con Dawú Uzel, mi tío. Toda la familia anhelaba que me comprometiera con su hija, pero al final no me aceptaron por ser un humilde joven. Luego supe que, aunque ella no lo quería, la casaron con un millonario.

CORTESÍA

Sobhi Uzel-Mardini Ghazaoui. / CORTESÍA

Regresé a Líbano. Con mucho esfuerzo reuní para el pasaje y, en 1954 (a mis treintaiún años), con un compañero de Baaloul, en barco, llegamos –deteniéndonos unos días en Génova– a La Guaira. En San Martín (Caracas), una comida en una pensión costaba dos bolívares. Fui marchante (todo era trabajar: agarrar mi maleta y vender) hasta que abrí (me asocié con un amigo de Ghaza) un local (el treinta y dos, del bloque siete, de El Silencio, al frente de la Extranjería y la Plaza Miranda), Casa Hasna, por mi mamá, Hasna Yúsef Ghazaoui.

En 1959, en Caracas, me casé con tu tía Hana Mourad, a quien había visto en Ghaza. Al comunicarme con quien sería mi suegro, aceptó traerla a Venezuela porque –además de que nuestras familias se conocían– yo ya había ahorrado una cantidad importante para poder darle a su hija tranquilidad económica. Aquí, en Margarita, pasamos nuestra luna de miel. Nos quedamos en el Hotel Bella Vista. El alquiler del carro costó cinco bolívares cada día. En 1973 volvimos a Líbano. Vivimos dos años (la guerra no nos permitió más) en Beirut, es decir, regresamos a Caracas (poco antes, te gustará saber, asistimos a la boda de tu mamá y tu papá, en Ghaza) en 1975.

Empezábamos a oír que aquí, en la isla, había futuro. Ese mismo año nos vinimos y pronto le propuse a tu padre abrir juntos Casa Raquel, por la protagonista de una novela que yo veía en ese entonces. En 1976, con mi cuñado y con el socio de Casa Hasna, nació Comercial Valencia, en la calle Igualdad. Vendíamos sábanas, toallas. A los clientes se les dificultaba pronunciar mi nombre, por lo que decidí presentarme como Juan, y así me llaman hasta la fecha. Margarita tenía poca gente. Punto Criollo y Martín Pescador fueron sus primeros restaurantes.

La vida es un sueño; termina pareciendo una película”. Ahora releo su pensamiento, colofón de nuestra conversación, en voz alta. Veo su foto, sentado en la oficina de mi papá, con mirada lejana mientras repasa sus pasos. Atesoro su sonrisa y timidez al hablarme de tía Hana, “mi única novia” (confesión que, entre risas, de verdad lo puso rojo). No cumplió su gran deseo de retornar a Mardini, mas volvió a Ghaza para su último adiós.

Se lo expresé: tío, gracias por permitirme escuchar su historia, que de alguna manera también es la de mi papá y la de tantísimos más, de todas las nacionalidades, que han tenido la necesidad de emigrar por un mejor porvenir.

Gracias eternas, querido tío. Descanse en paz.


Zahle, El Valle del Bekaa (Líbano), 23 de octubre de 2020




Contenido relacionado












Locales | Sucesos | Afición Deportiva | Nacionales | Internacionales | Vida de Hoy | Gente Feliz | 50° Aniversario | Opinión


Nosotros | HISTORIA | MISIÓN, VISIÓN Y VALORES