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Ciudadano Covid-19
Psicodramas y sociodramas saltan a escena, un teatro de sombras ocurre al interior de nuestras ciudades y todos ante la estela digital de sus pantallas ignoran su vieja cautividad.
Ramón Ordaz rordazq@hotmail.com

4 Feb, 2021 | ¿Dónde está lo real entre tanta parafernalia? Poco ayudan nuestros lentes de aumento, y menos si todos llevan ahora tapabocas. Antes de que llegara a nuestro país el ciudadano del mundo Covid-19, la mayoría ya tenía ajustada a su rostro un tapabocas imaginario. Porque sí, el miedo nadie lo ve, sino que ocurre silencioso y, cuando se manifiesta, nadie puede predecir sus consecuencias. Es la hora de nuevos protagonismos, de neutrales agendas porque el enemigo que asecha es invisible y artero como mortal su juego. En este funesto pasatiempo la muerte no es invitada de ocasión, sino que siempre ha estado en toda danza, en todo espacio donde se arbitran las cartas del destino. Psicodramas y sociodramas saltan a escena, un teatro de sombras ocurre al interior de nuestras ciudades y todos ante la estela digital de sus pantallas ignoran su vieja cautividad, ponen a la orden sus virtuales ofrendas para que el viejo más viejo de los viejos, el tiempo, pase como inadvertido en esa paz de hogar obligatoria, en esos bíblicos cuarenta días en un desierto, ya no obra de la fantasía, sino que es real y calcina la conciencia colectiva. Allí ocurren todas las tentaciones y el obligado ayuno no es una prueba de fuerza, sino de resiliencia pura y dura en los apocados espíritus. ¿Nos convenceremos, al fin, de que no solo de pan vive el hombre? Los aperos digitales no son más que un juego de niños, la sublimación del catastrófico momento que vive la humanidad, porque entretanto esa sociedad en cautiverio vive y disfruta su juego de simulaciones, como una contraparte del sueño digital otra realidad, adusta y obstinada, no abandona su dieta imprescindible: conservar el poder, que decirlo parece una tontería, cuando sabemos que detrás de los agobiantes discursos de nuestros “salvadores” no hay otra cosa que un lavado de pies y manos para señalarnos el rostro de la Piedad, oh, Miguel Ángel, y, lejos del camino del calvario, vuelven al sanedrín donde los espera Caifás. Mientras tanto la muerte sigue jugando ajedrez con el caballero, acto que representó Max von Sydow en la inolvidable película de Ingmar Bergman, “El último sello”. Han sonado todas las alarmas bajo un brutal manto de complicidades. Desde Italia dos de sus voces fundamentales han salido a la palestra. El filósofo Nuccio Ordine ha dicho: “si me daño yo, daño a la humanidad entera. La humanidad es un continente; como decía el poeta John Donne, ‘ningún hombre es una isla’”. Por su parte el escritor Alessandro Baricco, después de criticar a la clase política y científica, expresa: “Y esto está siendo solo un ensayo general. Pasaremos los próximos 50 años así. El planeta se está acabando”. Dramático, espeluznante futuro.




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