9 Ago, 2024 | Aun cuando se da por descontado que la frase, “nunca segundas partes fueron buenas”, convertido en axioma observado con implacable recurrencia en el quehacer político venezolano de nuestros tiempos, aparece en “El Quijote II” y se le atribuye al bachiller Santos Carrasco, cuando hablando con Sancho sobre la novela en la cual aparecen, le comenta que muchos dicen que “nunca segundas partes fueron buenas”, hay quien indica que la cita ya aparecía, aunque no de manera literal, en la obra el “Libro de los enxiemplos” del Conde Lucanor et de Patronio’ escrita por el infante Don Juan Manuel, Príncipe de Villena y nieto del Rey Fernando III de Castilla, entre los años 1331 y 1335.
Viene a mi mente esta frase, a propósito de los resultados de las elecciones presidenciales del pasado 28 de julio, en las cuales, según proclamó el Consejo Nacional Electoral la noche de ese mismo día, resultó reelecto el presidente Nicolás Maduro Moros, para el período 2025-2031, lo cual desató una muy bien orquestada ola de protestas, muchas de las cuales derivaron en actos vandálicos que destrozaron bienes públicos en escuelas, hospitales, dispensarios de salud, universidades y pare usted de contar, promovidas por el sector de la oposición que apoyó la candidatura presidencial del ex diplomático, Edmundo González Urrutia, y que como advertimos repetidas veces en este espacio sucedería, “cantó fraude” al conocer el veredicto del Poder Electoral.
La verdad no es el propósito de estas líneas reseñar la crónica de los sucesos acontecidos y que se encuentran en pleno desarrollo, para ser dirimidos en las instancias constitucionalmente competentes para resolver la controversia en cuestión, sino más bien establecer una comparación con los resultados alcanzados luego de una actuación “igual, pero diferente” de los mismos sectores de la oposición que nuevamente atentan contra la paz de la república, cuando el 23 de enero 2019, acompañaron y respaldaron al entonces presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como “presidente interino de Venezuela”, proclamando el mantra, “cese a la usurpación, gobierno de transición y elecciones libres”.
El señor Juan Guaidó emergió como una figura inesperada en las filas de la oposición venezolana, y luego de haber sido electo en 2015 como diputado a la Asamblea Nacional por el partido Voluntad Popular (fundado por su mentor y jefe político Leopoldo López), fue escogido en enero 2019 como presidente del legislativo venezolano, posición que utilizó para autoproclamarse presidente de Venezuela.
Del interinato de Guaidó, la gente recuerda el concierto Venezuela Aid Live, realizado en la ciudad colombiana de Cúcuta, promovido para recaudar fondos destinados a la ayuda humanitaria a Venezuela y que fue utilizado para intentar transportar esa ayuda en ocho gandolas que ingresarían a nuestro país, dos de las cuales fueron incendiadas por la propia “oposición” y contenían pertrechos para ser utilizados en actos de violencia callejera, tal y como fue denunciado en un reportaje aparecido en el New York Times, por esos días.
Como olvidar de ese “período” las denuncias de Humberto Calderón Berti, dando cuenta de la corrupción en el manejo de los fondos para la ayuda a los funcionarios militares y policiales que desertaron de las fuerzas del orden de Venezuela, para acompañar la aventura del diputado Guaidó y que quedaron abandonados a su suerte sin nada más que la ropa que llevaban puesta, engañados con falsas promesas de apoyo, mientras los “funcionarios” encargados de respaldarlos disfrutaban de la “dolce vita” en el vecino país.
Cómo borrar de la memoria los casos de Monómeros, Citgo, el pago de los bonos de Pdvsa conocidos como 20-20, el intento de golpe de estado de abril de 2019, que sólo sirvió para que Leopoldo López se fugara para vivir el “exilio dorado” en España, desde donde viaja por el mundo entero, solicitando más sanciones económicas contra Venezuela, para hacerle la “vida cuadritos” al pueblo venezolano.
Cómo no recordar el oro de las reservas venezolanas incautado en Londres a solicitud del señor Guaidó, o las declaraciones de quien se desempeñó como su representante en ese país “entregando” la Guayana Esequiba.
Como olvidar el intento de incursión mercenaria, conocida cómo operación Gedeón, intentada en mayo del 2020, luego de un contrato firmado entre otros, por el señor Guaidó y el ex marine estadounidense, Jordan Goudreau, de la empresa de seguridad Silvercorp, recientemente condenado en EEUU por tráfico de armas.
En fin, como olvidar que gracias a esa maniobra impulsada por Guaidó y sus aliados, todavía “funciona” con los dineros de la república incautados por el gobierno de los EEUU, un “parapeto para institucional” denominado Asamblea Nacional 2015, del cual forman parte los diputados opositores electos en 2015, que cesaron funciones en enero 2021 y que cobran todos los meses en “dólares” con esos dineros robados a los venezolanos.
Pues bien, también como Juan Guaidó, inesperadamente, emergió en el escenario político venezolano, Edmundo González Urrutia, quién “nominalmente” aparecía como presidente en el registro de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), ante el Consejo Nacional Electoral (CNE), y que luego de la defenestración del gobernador del Zulia, Manuel Rosales, como candidato presidencial de la Plataforma Unitaria (PU), heredera de la MUD, en una operación de “satanización moral y política” liderada por la lideresa indiscutible de ese sector, María Corina Machado, se catapultó como candidato presidencial de ese sector de la oposición política venezolana.
¿Será que los acontecimientos en “pleno desarrollo” nos conducirán a un “mundo imaginario” como el “gobierno interino” que se inventó Guaidó con sus “amigotes” en 2019 para amasar fortuna con los dineros de la nación?
¿Será este el final de esta historia?
La verdad es que “nunca segundas partes fueron buenas”.