Desde este cuarto
Opinión

Desde este cuarto

Dalal El Laden YouTube: Dalal El Laden / http://dalalelladen.blogspot.com / ladendalal@hotmail.com
Foto: CORTESÍA

Doris Lessing / Foto: CORTESÍA

25 May, 2023 | ..."que no hay amor donde antes no hubo amor".



Carlos Cortés

7

mié., 14 dic.

Qué grato escuchar a Juan Diego Flórez cantando "Burrito sabanero". Ayer la encontré en YouTube. Margarita la reconoció y rápido me vio, sonrió y alzó los brazos pidiendo que la cargara para bailarla juntas. Se la pongo desde que nació.

8

sáb., 7 ene.

Mucho sin escribir. Abro Facebook y leo que ayer murió Victoria de Stefano. Recuerdo su mirada con una sonrisa sincera en la Feria Internacional del Libro del Caribe, en 2017. Un par de meses después, en Caracas, poco antes de mi viaje a Líbano, encontré y leí "Diarios. 1988-1989. La insubordinación de los márgenes”, y desde entonces la ha sentido cerca de mí, como una confidente, y mucho más cuando extraño a mis amigos y la realidad me dice dónde están y dónde estoy y la releo y recupero la fuerza para seguir; ¿parte de la magia de la literatura?

9

dom., 30 abr.

No sé cómo pasé tanto tiempo sin escribir. ¡Me hace tanta falta! Aprovecho que mi hijita está tomando su siesta, bajo al máximo la luz de este aparato y empiezo a leer un libro que desde hace años tengo en PDF y que he evitado por lo mismo: "El cuaderno dorado", de Doris Lessing. Hace mucho leí su autobiografía y no la he olvidado. El cuaderno ha estado aquí, en mis archivos descargados, hasta que hoy por fin decidí abrirlo y ahora hasta agradezco que lo tenga en formato electrónico porque no puedo prender la lámpara, además me está costando leer en la noche, termino muy cansada y casi siempre duermo al mismo tiempo que mi hijita.

lun., 1 may.

Ayer no alcancé señalar esto:

"Todo empieza cuando el niño tiene apenas cinco o seis años, cuando entra en la escuela. Empieza con notas, calificaciones, premios, 'bandas', 'medallas', estrellas y, en ciertas partes, hasta galones. Esta mentalidad de carreras de caballos, ese modo de pensar en vencedor y en vencidos, conduce a lo siguiente: 'El escritor X está o no unos cuantos pasos delante del escritor Y. El escritor Y ha caído más atrás. En su último libro, el escritor Z ha rayado a mayor altura que el escritor A'. Desde el principio, se entrena al niño a pensar así: siempre en términos de comparación, de éxito y de fracaso. Es un sistema de desbroce: el débil se desanima y cae. Un sistema destinado a producir unos pocos vencedores siempre compitiendo entre sí. Según mi parecer —aunque no es éste el lugar donde desarrollarlo—, el talento que tiene cada niño, prescindiendo de su cociente de inteligencia, puede permanecer con él toda su vida, para enriquecerle a él y a cualquier otro, si esos talentos no fueran considerados mercancías con valor en un juego de apuestas al éxito.

Otra cosa que se enseña desde el principio es desconfiar del propio juicio. A los niños se les enseña sumisión a la autoridad, cómo averiguar las opiniones y decisiones de los demás y cómo citarlas y cumplirlas.

(...)

Como cualquier otro escritor, recibo continuamente cartas de jóvenes que están a punto de escribir tesis y ensayos acerca de mis libros, desde varios países, especialmente de los Estados Unidos. Todos dicen: 'Déme, por favor, una lista de los artículos sobre su obra, las críticas que los expertos hayan escrito sobre usted'. También piden mil detalles totalmente inútiles que no vienen al caso, pero que se les ha enseñado a considerar importantes, tantos detalles que parecen los de un expediente del departamento de inmigración. Esas peticiones las contesto de la siguiente forma: 'Querido estudiante: Está usted loco. ¿Para qué gastar meses y años escribiendo miles de palabras

acerca de un libro, o hasta sobre un autor, cuando hay cientos de libros que esperan ser leídos? ¿No se da cuenta que es víctima de un sistema pernicioso? Y si usted ha escogido por su cuenta mi obra como tema y si usted tiene que escribir una tesis —y créame que le estoy muy agradecida que lo que he escrito lo haya encontrado usted útil—, entonces ¿por qué no lee lo que he escrito y se hace una idea propia acerca de lo que usted piensa, cotejándolo con su propia vida, con su propia experiencia? ¡Olvídese de los profesores Blanco y Negro!'.

'Estimado escritor —me contestan—: Debo saber lo que dicen los expertos, porque si no los cito mi profesor no me va a dar nota.'

Éste es un sistema internacional, absolutamente idéntico, desde los Urales hasta Yugoslavia, desde Minnesota hasta Manchester. El caso es que estamos tan acostumbrados a él que ya ni nos damos cuenta de lo malo que es. No puedo acostumbrarme, debido a que abandoné la escuela a la edad de catorce años. Durante cierto tiempo sentí pesar por eso y creí haber perdido algo de mucho valor. Ahora estoy muy contenta de tan afortunada salida. Después de la publicación de 'El cuaderno dorado', me metí entre ceja y ceja encontrar algo acerca del mecanismo literario, examinar el proceso que crea al crítico y al comentarista. Hojeé incontables exámenes escritos y no podía dar crédito a mis ojos. Me senté en clases donde se enseña literatura y no podía dar crédito a mis oídos.

Quizá digáis: 'Es una reacción exagerada y no tiene derecho a decir tales cosas, porque usted misma confiesa que nunca ha sido parte del sistema'. Pero creo que no exagero en absoluto y que la reacción de alguien del exterior es valiosa, simplemente porque es fresca y no está mediatizada por una lealtad a una educación particular.

Pero después de esta investigación no tuve dificultad en contestar mis propias preguntas: ¿Por qué tienen tan estrechas miras, por qué son tan personales, cómo poseen tan poco talento? ¿Por qué siempre atomizan y desprecian por qué les fascinan tanto los detalles y se desinteresan del conjunto?

¿Por qué su interpretación de la palabra crítica es siempre la de encontrar faltas? ¿Por qué acuden siempre a los escritores en conflicto unos con otros, y no a aquellos que se complementan...? Simplemente, porque han sido entrenados para pensar así. La persona valiosa que comprende lo que usted está haciendo, lo que usted está intentando, y puede hacerle una crítica válida y darle un consejo, es casi siempre alguien que está fuera del mecanismo literario, incluso fuera del sistema universitario. Puede que se trate de un estudiante que acaba de empezar y que

siente aún amor por la literatura, o quizá sea una persona que piensa mucho y lee mucho, siguiendo su propio instinto.

A esos estudiantes que tienen que pasarse un año o dos escribiendo tesis sobre un libro, les digo: 'Solamente hay una manera de leer, que es huronear en bibliotecas y librerías, tomar libros que llamen la atención, leyendo solamente esos, echándolos a un lado cuando aburren, saltándose las partes pesadas y nunca, absolutamente nunca, leer algo por sentido del deber o porque forme parte de una moda o de un movimiento. Recuerde que el libro que le aburre cuando tiene veinte o treinta años, le abrirá perspectivas cuando llegue a los cuarenta o a los cincuenta años, o viceversa. No lea un libro que no sea para usted el momento oportuno. Recuerde que ante todos los libros que se han impreso, hay tantos o más que nunca se han publicado o que nunca han sido escritos, incluso ahora, en esta época de reverencia al papel impreso. La historia, e incluso la ética social, se enseñan por medio de historias, y la gente a la cual se ha condicionado para que piense sólo en términos de lo que está escrito —y desgraciadamente todos los productos de nuestro sistema educativo no pueden hacer otra cosa— pierden lo que tienen ante la vista. Por ejemplo, la historia real de África está aún en custodia de narradores de historia negros y hombres sabios, historiadores negros, médicos negros: se trata de una historia oral, a salvo del hombre blanco y de sus depredaciones. En todas partes, si mantiene usted despierta la mente, encontrará la verdad en palabras que no han sido escritas. Así que no deje nunca que la palabra escrita se adueñe de usted. Debe saber, por encima de todo, que el hecho de que tenga que pasarse un año o dos con un libro o un autor significa que usted ha sido mal instruido, que usted debía haber sido educado para leer a su manera, de una preferencia a otra; debiera haber aprendido a seguir su propio sentimiento, intuitivamente, acerca de lo que necesita y no la manera como debe citarse a los otros'.

(...)

hay libros de crítica de inmensa complejidad y conocimiento que tratan, a veces de segunda o tercera mano, de obras originales: novelas, comedias, historias. La gente que escribe esos libros constituye todo un estrato en

universidades de todo el mundo; se trata de un fenómeno internacional, de la capa superior del mundo literario. Sus vidas han sido empleadas en la crítica y para criticar la crítica de los otros críticos. Éstos consideran su actividad más importante que la misma obra original. Es posible que los estudiantes de literatura empleen más tiempo leyendo críticas y críticas de críticas del que invierten en la lectura de poesía, novelas, biografías, narraciones... Muchísima gente contempla este estado de cosas como normal y no como triste y ridículo...".

mié., 24 may.

Gracias al aliento de un lector hoy vuelvo a esta página y con ella repienso en la falta que me hace escribir. Releo a Lessing y todo en ella me encanta: es algo que ha estado conmigo desde que estudié Letras y entré en ese ambiente frío lleno de ego tan nuevo para mis apenas diecinueve años. Cursé esa carrera sólo porque desde que recuerdo escribo, me gusta, necesito hacerlo. Pero llegar a leer allí un verso mío mucho me quebró la voz porque sabía la cantidad de murmuraciones que lo rodeaba. Veinte años después repito que nunca he comprendido la crítica. Reflexiones como las de Lessing son más que un ungüento. Además de escribir lo que más me llena es leer, y mucho más releer a los autores que amo por el simple hecho de que de verdad los amo, nunca con el ánimo de criticarlos, lo que para mí es una gran pérdida de todo (me han dado ganas de plasmar en mayúscula esta última palabra, pero la correctora interna no me lo permite).

Mi hijita sigue dormida. Quiero escribir más. Mas Doris me llama.

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