Entre moluscos y pescados se mueve la oferta marina en el mercado, donde la falta de efectivo impacta. / Foto: ARCHIVO

17 Mar, 2018 | Hay dos caras de la moneda de un centro de abastecimiento que recoge infinidad de historias, juego de oferta y demanda, y el evidente altibajo de los costos, porque mientras se ofrece el kilo de sardinas a 10 mil bolívares, existe evidente contraste con la catalana, a razón de 600 mil bolívares el kilogramo, inalcanzable para la mayoría.

La angosta calle llena de vendedores ambulantes es el preámbulo para acceder al Mercado del Pescado del sector Punda, en Porlamar. Como telón de fondo, más allá del insolado manto asfáltico de esa vía, se asoma el paisaje marino que remonta a los margariteños a esa isla de antaño, plácida y de rasgos azulados, recordada por los nativos con especial embeleso y admiración. Punda destaca entre los barrios tradicionales de esta ciudad marinera, situada al sur de Margarita. Hoy este espacio de compra venta mueve disímiles grupos y es “espejo” social.

La clientela se adentra hasta el final de la calle y luego cruza a la derecha para toparse de inmediato con la entrada principal del Mercado del Pescado, donde el alboroto es mayor debido a la puja de los vendedores a orilla del muelle, quienes ofrecen el pescado al mejor postor, sobre todo de sardinas, la especie más económica. Entre las expresiones más comunes destacan: “A 30 mil el tobo” o “A diez mil sardina en filetico” y así se multiplican los ofrecimientos. La acera se ve completamente “tapizada” de esa especie plateada.

HISTORIAS DE VIDA

Hacia el interior del mercado están los puestos de venta, con el pescado y los moluscos frescos exhibidos sobre los mesones.
La sardina tiene mayor presencia entre las económicas. Luego se consigue el cazón a Bs 250 mil el kilo; el atún a 200 mil; la lamparosa a 150 mil y el calamar, a 750 mil bolívares.

ENTERA O FILETEADA

La sardina es preparada entera o en filetes, a un costo entre 10 y 15 mil bolívares, pero el problema es el efectivo. Esa es la otra cara de la moneda, como lo expone Jesús Ramón Gil, quien vende pescado desde hace 40 años, y desde hace diez lo hace afectado por una discapacidad, tras sufrir un accidente en moto que afectó su columna vertebral.
“Aquí sentados vendemos lo que podemos, pero fíjese usted, que a esta hora de la mañana (10:00 a.m.), no he hecho el nombre de Dios” (primera venta del día).

Refiere que la situación económica ha empeorado, y mucho más para él, porque tiene que salir a trabajar con una salud bien resentida. “Si no me apoyo aquí en la silla, me caigo”, dijo, al aludir a sus precarias condiciones.

“Realmente estamos sobreviviendo el poquito de vida que nos queda”, afirma.

Este vendedor de pescado ejerce el oficio desde hace cuatro décadas, desde los tiempos en que el mercado funcionaba cerca del actual Puerto de la Mar, en la calle La Marina.

Gil reside en El Silguero, vía La Isleta, desde donde debe desplazarse a diario en autobús o mototaxi, cuando tiene dinero para ello, o movilizado por un amigo que le da cola, y a cambio él hace el trueque y le regala pescados. “Me da mucha pena cuando no tengo con qué pagar el transporte, y por eso opto por entregarles un poquito de sardinas, para ayudarnos todos”, dijo.