Porlamar
20 de abril de 2024





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Hasta siempre, Juditha Alvarado Jiménez
Dichosos los que tuvieron la oportunidad de cruzarse contigo, de aprender de ti. El estado Nueva Esparta, Venezuela y el mundo han perdido a un ser humano excepcional.
Juan Ortiz

27 Abr, 2021 | Madre de la vida, de las artes, del teatro, las tablas han perdido a una actriz excepcional, a una directora apasionada, entregada como pocos a este oficio.

Se me hacen incontables los jóvenes que pasaron por el auditorio de la Udone para recibir tu formación, tus consejos, tu amor infinito. Me cuento, orgulloso, entre ellos.

Tantas veces, Juditha Alvarado, te mantuviste firme ante las pruebas que la vida te ponía, siendo ejemplo de fortaleza, y pese a los quebrantos, ibas a la UDO a dar lo mejor de ti. Allí estuve contigo, testigo de tu entrega.

Dichosos los que tuvieron la oportunidad de cruzarse contigo, de aprender de ti. El estado Nueva Esparta, Venezuela y el mundo han perdido a un ser humano excepcional.

Y para ser claros, en el cementerio de Porlamar no hubiese cabido un alma para despedir a Juditha Alvarado Jiménez, pero nos tocó este tiempo oscuro y extraño de llorar lejanos y rendir homenaje por las redes.

Gracias por tanto, tus enseñanzas siguen en mí y en mis alumnos, en cada presentación, en cada clase. Dios te tenga en su gloria.

Para conmemorarte, para llorarte, para revivirte cada día posible, aquí unas palabras de tu amada Aurora, una décima y una prosa:

"Duerme en paz, mamita" (Aurora Alvarado)

Mami, ahora descansas, parece que no estás, pero sigues en nuestro corazón, en cada crepúsculo larense, en cada ola que bese las arenas de tu amada Isla y en cada estrella que alumbre los pasos de tus hijos. Quedan tantas promesas suspendidas en la incertidumbre, huellas de pasos no caminados, Renata se quedó dormida junto a su ventana, tal vez añorando a su Leonardo… la ausencia da un zarpazo al corazón y se torna dolorosa e infinita. Duerme en paz, mamita.

Foto: CORTESÍA Marina Alvarado

Juditha Alvarado Jiménez, una gran actriz y maestra de las tablas. / Foto: CORTESÍA Marina Alvarado

"Con amor, a nuestra Juditha" (Juan Ortiz)

El Gentil Muerto, Frank,

y la amada Isabela

estaban en las afueras

del cielo crepuscular.

Se encargaron de esperar,

con amor, a nuestra Juditha;

cuántos cuentos, madrecita,

estarán echando ahora;

cuando nos toque la hora

allá nos vemos, querida.

Juan Ortiz

"¡Mucha mierda, Juditha!" (Juan Ortiz)

"¡Mucha mierda!",

recuerdo claramente cómo exclamabas al elenco,

recia,

indómita,

con el corazón ensanchado más allá de los bastidores,

de las tablas,

antes de cada presentación.

Los que no comprendían,

se miraban extrañados,

te acusaban con los ojos,

mas nosotros,

tus hijos,

cobijábamos en el pecho la bendición detrás del dicho,

a la par que una energía electrizante nos erizaba el cuerpo,

y éramos entonces una partícula de Dios sobre la escena.

Si nos cerraban el auditorio a la hora de ensayo,

no importaba,

la UDO era para ese entonces,

tu entonces,

una sala de ensayos total;

cada lugar nos pertenecía bajo tus alas de gallina protectora,

y nosotros,

tus pollitos,

tus hijitos amados,

te seguíamos al lugar que indicases;

la gramita nos servía,

bajo sus palmeras,

también la cantina de Guaripete,

Hotelería y Contaduría y Educación con sus pasillos desiertos;

allí,

en cada recoveco posible,

sin quejas,

nos acompañabas y guiabas en las miles de líneas memorizadas por Dubois,

Pedro,

Mairena,

Manuel,

Karol,

Carolina,

Frank,

Claret,

Lisgloris,

María,

Ángel,

Erick,

Yitsmelia,

Fefi,

Viviana,

y tus otros cientos de hijos de la vida

que hoy no asimilan este amanecer de cantos grises de los gallos.

¡Qué tiempos, madre!,

¡qué horas tan hermosas, Juditha!,

¡no sabes cómo agradezco cada recuerdo de tus días!,

¡y lloro, sí, jodidamente!,

¡pero una sonrisa inexpugnable se atraviesa!,

y tomo tu mano,

y tu voz aparece,

dulce,

como siempre,

junto a tu fiel Tamy,

y te veo aquí en el sillón de la casa.

Para ti no había imposibles,

no había seres sin talento,

ni Isabela se resistió a tus mágicos artilugios,

y ensayó,

y actuó,

y emergió del cascarón de mano de tu luz hermosa antes de irse aquella triste tarde.

No,

nadie se resistía a tu toque de Midas,

todo lo que llegaba a ti

se iba luego siendo oro,

alquimista de corazones,

yo lo vi en cientos de jóvenes,

y en mí,

tu luminito,

tu músico de cámara,

tu siempre Guarichito.

¡Tantas memorias, mujer!

tantos lugares,

viajes,

consejos,

tanto teatro,

tanto amor,

tanta luz,

tanta dulzura,

tanto aguante ante las enfermedades,

todo encarnado en un pequeño cuerpo;

eras tanto,

Juditha,

que duele entender que la finitud te tocara,

pero aquí,

recorriendo los parajes vividos comprendo un poco del desconcierto,

y cómo,

en realidad,

no te has ido,

sino que te esparciste en cientos de caminos

donde cada hijo te nombra,

ahora entiendo y me asombra

cómo te has multiplicado;

por eso y más,

Ángel de mi vida,

amor imperecedero,

¡mucha mierda, Juditha!




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