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Remembranza poética del libro Cayena de sal El manglar rememora mis pasos,
mis manos, mi infancia, mi reflejo roto en círculos por la lluvia. Juan Ortiz
23 Jul, 2021 | IV Hay acordes que no son suficientes, entiéndelo. No importa cuántas notas agregues, no funcionan. Hay armonías que —más que de sonidos— dependen del silencio. V Hay un lugar, una casa de aromas, latidos, silencios, que ocurre solo cuando nuestros brazos se encuentran. VI Mis manos saben tu nombre de tinta, bruma, sereno, caricias, caracolas, por eso al venir el silencio, mi boca te calla tranquila. VII Voy a la noche para saber de ti; la noche me presiente, calla, hace aflorar un silencio —sonrío, sonríes— y entonces lo sé todo. VIII Es mediodía, desde temprano los alcatraces pasan en su delta sobre mi figura y no puedo emprender el vuelo con la sombra de sus alas; el mar repite sus naufragios de espuma en mis raíces y el horizonte persiste en callar a lo lejos, conteniéndote. IX El manglar rememora mis pasos, mis manos, mi infancia, mi reflejo roto en círculos por la lluvia. Hoy pasé, lo vi, y recordamos la perfecta soledad que hicimos juntos. X Habité su orilla en la hora del embrujo, cuando la caracola no descifra la voz del mar y el reflejo de unos ojos de pez dormido acarician las olas —desde adentro— llamando a la bruma.
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