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El dilema de la unidad entre los partidos
La agenda de trabajo de estas coaliciones plurales necesita incluir los temas políticos, constitucionales y electorales que le interesan más a los partidos y a las élites, pero, a la par, necesita incluir temas dirigidos al rescate urgente de la economía, que le interesa más a un pueblo, que pasa hambre.
José Antonio Gil Yepes /@joseagilyepes

20 Ago, 2021 | Las próximas elecciones le presentan a los partidos menores (a primera vista, a los de la oposición; pero también a los del oficialismo) una situación dilemática a la hora de escoger entre ir solos a las elecciones o integrarse a sus respectivos movimientos mayores. Si van solos, esto se ha visto como dividir a su sector y tener una baja probabilidad de triunfo. Si se integran a sus grupos dominantes, se proyectan como unitarios, pero estarían pagando un costo de imagen porque se estarían integrando a movimientos (oficialista o de oposición) que son corresponsables de la grave situación del país.

Para resolver este dilema se necesita caer en cuenta de que se basa en una forma destructiva de hacer política; en la que los partidos de ambos bandos tienen como motivación principal el alcanzar o mantenerse en el poder. Con base en este enfoque, el hacer política consiste en asegurar la lealtad automática de los propios (clientelismo y corrupción), mantener el control de movimiento entre el menor número posible de actores y en descalificar a los ajenos. Los resultados han sido la hegemonía política (control de los poderes públicos, centralismo, estatismo y desprecio por el pluralismo y la sordera ante la crítica); la polarización y descalificación del “otro” (como sustitución del consenso como valor político); la pobreza, la desconexión de la población con respecto a los partidos y el gobierno, la abstención electoral y la pérdida de la soberanía nacional, hasta convertirnos en un país fallido, objeto de lástima y preocupación en el exterior.

Bajo esta óptica, el dilema planteado no tiene solución. Meterse en ese juego es mal sano para toda organización que lo juegue y, sobretodo, para el país.

Para encontrar una solución al dilema planteado, es necesario desarrollar una nueva definición de lo que es hacer política. Quienes quieran ser parte de la solución al dilema, sin importar de qué partido ni sector organizado vengan quienes aspiren a resolverlo, se necesita deponer la obsesión por llegar o mantenerse en el poder y enfocarse en acompañar a la población y a las organizaciones de la sociedad civil en la solución de los problemas cotidianos: Las élites necesitan cambiar de interlocutor; no se trata de que hablen sólo entre sí para repartirse cuotas de poder sino de que hablen todas con la población y sus organizaciones para buscar la solución de los problemas de la gente.

Diversos datos de las encuestas respaldan este cambio de enfoque. Por ejemplo, el rasgo prioritario en definir a los “independientes” o “ni-nis” (el 70% de la población votante) es que detestan “el pleito” entre el gobierno y la oposición; un rasgo que los desmotiva a votar es ver el divisionismo entre los partidos; y una crítica generalizada contra los partidos de oposición es que “critican, pero no proponen.” El otro rasgo clave para definir la respuesta al dilema también proviene de las encuestas: En las recientes encuestas electorales encontramos que 14 de 20 rasgos que los votantes desean que tenga “un buen candidato a alcalde” se relacionan con “soluciones” (“que resuelva problemas”, “plantea soluciones”, “capaz”, “preparado”, “responsable”, “da la cara”, etc.).

De lo anterior se desprende que la Unidad deseable es entre los partidos que cambien el enfoque de hacer política para usufructuar del poder por hacerla para acompañar a la población, junto con las organizaciones de la sociedad civil y ciudadanos enfocados a resolver los problemas cotidianos: Una verdadera Unidad Democrática y Plural.

La agenda de trabajo de estas coaliciones plurales necesita incluir los temas políticos, constitucionales y electorales que le interesan más a los partidos y a las élites, pero, a la par, necesita incluir temas dirigidos al rescate urgente de la economía, que le interesa más a un pueblo, que pasa hambre. Estos temas económico-sociales también deberían estar incluidos en la agenda de las negociaciones en México. Mientras que, por otra parte, la ocasión de las elecciones locales y regionales presenta una buena oportunidad para desarrollar las respectivas agendas socio-políticas y económicas con respecto a cada localidad; y las élites locales podrían estar más propensas a entenderse entre sí por la proximidad en que viven.

Quienes logren salirse de cerco hegemónico de los bandos políticos predominantes e implantar una agenda político-económica de negociación lograrán el control y rescate del país. De no lograrse estas nuevas alianzas, el país seguirá siendo lo que es.

En esta nueva forma de ver la Unidad caben todos los partidos, sectores organizados y dirigentes, cualquiera que haya sido la tendencia que hayan seguido hasta ahora. Lo que importa es que se dediquen a unirnos, en vez de polarizar; a entendernos, en vez de descalificar; y a trabajar, primero, por el bienestar socioeconómico de la población, en vez de mantener o conquistar el poder, aunque la población sufra.




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