Porlamar
19 de abril de 2024





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Una flor en tu tumba
Las puertas y ventanas de mi alma se abrieron de par en par, para ver alzar tu vuelo, por los espacios infinitos del tiempo y, posarte en el pedestal más alto de la eternidad.
Tarcisio Rodríguez│ tarcisior_rodriguez@hotmail.com

27 Ago, 2021 | El atardecer presagiaba tormenta, y una incertidumbre se tejía en el ambiente. Un ramaje de nubes negras, con sus alas de viento, revoloteaban los espacios sublimes de la conciencia. Los pájaros detuvieron su canto, y se acostaron temprano, como esperando el desenlace. El anochecer llegó entre tumultos de silencios. ¡Se fue! El dolor se hizo más intenso y, un grito desgarrador irrumpió la soledad del tiempo. El amanecer no llegó, quedó suspendido en la esperanza.
Las puertas y ventanas de mi alma se abrieron de par en par, para ver alzar tu vuelo, por los espacios infinitos del tiempo y, posarte en el pedestal más alto de la eternidad. Un coro de voces celestiales se oyó a lo lejos, entonando el himno del amor, de la alegría y de la libertad. Un turpial, cantando su dolor, se posó en tus hombros, y besó tu frente. Una chulinga, tarareando una canción, se sentó al borde de tu lecho, picoteando tu silencio.
Yo nací de tu vientre virginal y, sorbí, de la pureza de tus senos de miel, el néctar sagrado de mi existencia. Tú me arropaste con tu piel, aún de niña, para protegerme de la intemperie. Tú me pusiste los pañales, con el color de la tierra, del fuego, del agua y del aire. Tú me vestiste con los últimos escombros de primavera que te quedaban.
Tú seguirás amasando al sol, para tender la arepa sublime, en el aripo del viento, con leña de tamuto, para que el fogón no se apague; y repartirla, en pedacitos, en plato de peltre, a la humanidad.
Tu ausencia será la oración que rezaremos por siempre, quienes compartimos contigo, en el banquete de la vida, los exquisitos sabores existenciales del tiempo, del amor y del silencio. Tú seguirás acariciando mi niñez, en cada amanecer de un nuevo día, en cada hoja que mueve el viento, en cada niño hambriento que le niegan su alimento, en cada adolescente que le truncan su libertad de soñar y en cada anciano que le cercenan su derecho, de una calidad de vida, al final de su edad. Yo seguiré dibujando tu vida, con el pincel del viento, hasta que a la mía, se le acaben los últimos retazos de mi otoño.
Yo, hoy, siembro una flor en tu tumba, con todos los colores del universo, para que el tiempo la riegue, con el rocío de cada madrugada que se va, para no olvidarte jamás.




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