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Hablemos de diplomacia
Para que la diplomacia funcione como alternativa a la guerra o a la violencia política es que los contendientes quieran o necesiten entenderse.
Noel Álvarez /Noelalvarez10@gmail.com

2 Sep, 2021 | La diplomacia es una de las artes más antiguas del mundo y ha jugado un papel esencial en el buen desempeño de las relaciones internacionales a lo largo de la historia. Hoy en día, el protocolo internacional y la diplomacia continúan siendo imprescindibles para cualquier país, ya que marcan su imagen frente al mundo. Ambas disciplinas han ido adaptándose a la política internacional a través del conflicto, el cual representa un punto de inflexión para la evolución y el desarrollo.

Se dice que la historia de la diplomacia tal y como hoy la conocemos empezó con un inesperado éxito en la paz de Westfalia, Alemania, de 1648, que puso fin a la Guerra de los Treinta Años. Aquel era un conflicto largo, enconado y violento, mezcla de choque de ambiciones irreconciliables entre potencias rivales y guerras religiosas. La conflagración parecía perpetuarse, pero en el fondo los contendientes necesitaban una salida que ni siquiera ellos mismos eran capaces de avizorar. Por fin, entre todos desarrollaron un sofisticado mecanismo capaz de resolver lo que, en apariencia lucía irresoluble, esa herramienta fue la diplomacia.

Historias y anécdotas existen a montones en el mundo de la diplomacia, entre las cuales, se cuenta la negativa de un diplomático a cumplir gestiones reñidas con la ética. Este caso tuvo como marco la época de las monarquías absolutas, cuyo protagonista suele ser identificado únicamente como “Monsieur de Faber”, quien al recibir dudosas instrucciones del todopoderoso diplomático italiano Julio Mazarino, respondió: “Monseñor, con facilidad hallará usted personas dispuestas a llevar mensajes falsos, pero también necesita de personas honestas que digan la verdad. Consérveme para esto último”.

El escritor francés Alfred de Mousset afirmó: “Las personas de la carrera diplomática no son mundanas solamente por sus rangos y sus relaciones. Lo son sobre todo por el arte de saber disentir lo que conviene silenciar”. El más conocido texto de ese autor, comenta: “Si un diplomático dice sí, quiere decir quizás. Si dice quizás, es que no. Y si dice no, es que no es un auténtico diplomático”. Partiendo de ese texto de Mousset y a manera de chiste, Sir Harold Nicholson, diplomático británico, estableció de una forma peculiar, la diferencia existente entre una dama y un diplomático, cuando dijo: “Si una dama dice no, quiere decir tal vez, si dice tal vez quiere decir que sí y si dice que sí, entonces podría no tratarse de una dama”.

Para que la diplomacia funcione como alternativa a la guerra o a la violencia política es que los contendientes quieran o necesiten entenderse. Sin embargo, tal y como explicaba Henry Kissinger, “la gente suele creer que los diplomáticos son ingenieros que resuelven problemas prácticos de uno en uno, a medida que se van planteando, pero la realidad es que son jardineros que siembran y cultivan relaciones con otros diplomáticos, esperando poder cosechar el fruto de ese trabajo cuando más lo necesiten”.

Hablando de Kissinger, cuando Richard Nixon lo puso al frente de la Secretaría de Estado, el ex presidente Eisenhower acogió el nombramiento con reservas: “¿Kissinger? ¡Pero si es un profesor! A los profesores se les pide que estudien cosas, no se les pone al mando de nada”, expresó. Pero Nixon compartía uno de los diagnósticos de Kissinger: “La mayoría de los diplomáticos estadounidenses son mediocres porque no saben nada de historia, ni la de su país, ni la de los demás”. Kissinger aplicó su conocimiento de las causas profundas de los conflictos entre naciones a esa labor de jardinería lenta y metódica que, para él, era la diplomacia, allí estuvo la base de su éxito diplomático.

Las gestiones diplomáticas de Henry Kissinger sembraron las raíces para el acuerdo de paz entre Israel y Egipto que se firmó en 1979, acerca del cual, el académico israelí Ido Yahel, expresó lo siguiente: “Lo que de verdad resulta meritorio no es tanto ese último año y medio de negociaciones con luz y taquígrafos y grandes gestos de cara a la galería, consecuencia, en definitiva, de que egipcios e israelíes ya habían asumido que estaban condenados a entenderse, sino más bien los 18 años de contactos diplomáticos encubiertos, de 1952 a 1970 -sorteando dos periodos de guerra- entre el gobierno egipcio de Gamal Abdel Nasser y las autoridades israelíes”.




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