Porlamar
23 de abril de 2024





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Cuando la cúpula era lo más alto de mi pueblo porlamarino
Cuando la cúpula de Porlamar, era lo más alto de mi hermosa isla, era otra cosa; más hoy, cuando la cúpula de mi tierra tan amada, fue sobrepasada por modernas edificaciones, la anarquía reinante abraza y apuñala por los cuatro costados a esta tierra de gracia.
Edward M. Ernández Caraballo sagitario 200902@hotmail.com

28 Nov, 2021 | En aquella lejana ocasión del año 1956 cuando la cúpula de mi tierra porlamarina recibía la bendición en su momento inaugural, el Reverendo Padre Carmelita, Bernardo María Pozo expresó hermosas palabras para referirse a tan prestigioso monumento. De la totalidad de su comentario, extraigo la siguiente cita: “Al aproximarse a Margarita, sea por senderos aéreos o marítimos, lo primero en divisar es la gigantesca Basílica con su simpar cúpula, que cual madre jubilosa quiere ser la primera en abrazarnos y darnos la bienvenida. Al salir de Margarita, lo último que nuestros ojos vislumbran, es la basílica de los padres Carmelitas, que cual madre entristecida por la separación de sus hijos, ha de ser la última en perderlos de vista por entre las nubes o, por entre los mares”

Han pasado así, tantos años, que me obligan a retrotraerme entre pasajes nostálgicos por los tiempos que marcharon en lontananza en el extenso azul de aguas caribeñas. Por eso, he de opinar que, cuando la cúpula de Porlamar, era la edificación más alta, vista de cualquier punto cardinal de mi ciudad marinera, sus habitantes en franca camaradería, se conocían los unos a los otros… Cuando la cúpula de Porlamar, era lo más alto de mi tierra salitrosa, sus calles permanecían limpias y brillantes siendo así el caso de que muchos porlamarenses nos enorgullecíamos al comentar: ¿Por qué será que las calles de Porlamar refulgen al contacto de los rayos selenitas de sus noches tropicales?

Cuando la cúpula de Porlamar era lo más alto de mi pueblo isleño, el marcado respeto y las buenas costumbres, fluían en clara demostración de una ciudadanía plena de elevados conceptos de civismo y moralidad incomparables…Cuando la cúpula de Porlamar, era lo más alto de mi pueblo pescador, se podía caminar libremente por sus aseadas calles al compás de la brisa fresca emanada del caribe mar que bordea su bahía, sin sentirnos temerosos ante nada.

Cuando la cúpula de Porlamar, era lo más alto de mi hermosa isla, era otra cosa; más hoy, cuando la cúpula de mi tierra tan amada, fue sobrepasada por modernas edificaciones, la anarquía reinante abraza y apuñala por los cuatro costados a esta tierra de gracia. Sus calles, otrora ejemplo de limpieza y mantenimiento absolutos, permanecen en su mayoría desaseadas, aunque las santigüen con una ligera capa de asfalto como menjurje de remedio provisional al mal que las aqueja.

La cultura etílica, se desborda de tal manera, que ya no se puede transitar tranquilamente por muchas de sus céntricas aceras pues las mismas son tomadas por consuetudinarios bebedores aguardentosos y por inescrupulosos propietarios de los mal llamados “festejos”, que no son otra cosa sino la más vulgar demostración de ventas callejeras de aguardiente, “legalmente autorizadas”, por representantes de organismos conocidos. Y es doloroso ver, tanto a hombres como a mujeres, libando hasta saciar sus ganas, vejigas full, sin importarles un cipote exhibirse en un notorio y grotesco espectáculo citadino que evidencia; a los varones, escurriendo sus potocos en algún rincón, pared o acera y, a las hembras, “esjavillándose” para cumplir con el ineludible acto que las obliga, por igual, a cambiarle el agua a sus potocas. ¿Resultado? pues cuando calienta el sol margariteño se baña el ambiente de un aromatizante tufo de orine rancio concentrado, que nos hace cambiar de acera y exclamar: ¡fó carajo!

Hoy, cuando la cúpula de mi querida Porlamar, ha dejado de ser lo antes referido, no me queda nada más que hacer, con toda mi responsabilidad, una sugerencia a los representantes del gobierno municipal marinero, para que extremen y cumplan con sus planes de trabajo a objeto de adecentar a nuestra carcomida ciudad desde todo punto de vista, porque… escuchen bien señores gobernantes municipales: ¡Porlamar necesita que la quieran, carajo! pues de no ser así, la anarquía, el abandono y la desidia seguirán conjugándose, para que ¡hasta nuestro gentilicio! se vaya perdiendo en lejanía y nos transformemos en unos mismos extraños en el terruño que nos vio nacer.

Porlamarenses de corazón, evitemos que en nuestra ciudad marinera, todo se siga diluyendo en el horizonte caribeño, entre olas y resacas en medio del más tenebroso silencio sepulcral de los gobernantes municipales. ¿Quo Vadis Porlamar?




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