Porlamar
24 de abril de 2024





EL TIEMPO EN MARGARITA 28°C






Torontómano
Héctor Cardozo Flores, con su característica personalidad, presenta sus excusas a LHC por la tardanza de la cual fue objeto y que yo aproveché para vivir ese gran momento que no se le presenta a todo el mundo
Edward M. Ernández Caraballo sagitario 200902@hotmail.com

10 Ene, 2022 | Transcurría el quinquenio del gobierno presidencial venezolano 1979-1984, época en la cual llevaba las riendas gubernamentales, el doctor Luis Herrera Campins, un presidente identificado por muchos, menos por sus adversarios, como bonachón, campechano, jovial, sencillo y refranero, entre otras de sus características personales. Lo cierto fue, que este presidente nacido un 4 de mayo de 1925, acostumbraba celebrar, durante su mandato, su cumpleaños en Margarita, época en la cual, yo me encontraba trabajando en la emisora Radio Nueva Esparta, teniendo como horario de labores, el lapso comprendido de 6 de la mañana a 12 del mediodía. Dentro de las actividades del presidente enmarcadas en su agenda de visita a la isla, estaba el de atender a una entrevista previamente establecida por el colega Héctor Cardozo Flores, en su espacio matutino “Programa 3”, cuyo slogan rezaba: “Una manera diferente para comenzar un día mejor”. El colega Cardozo Flores, a sabiendas que yo me encontraba de guardia en aquellos instantes, se comunicó telefónicamente conmigo para indicarme que llegaría un poco tarde a la radio y, por lo tanto, me agradecía que me encargara de entrevistar al presidente Herrera Campins, mientras él hacía acto de presencia para atender a tan digno invitado especial.

Pasaba el tiempo y, en eso con toda puntualidad, vi acercarse al estudio “A” de la estación al presidente Herrera con su numeroso séquito. Presentó su saludo el cual respondí con toda amabilidad manifestándole al mismo tiempo que en vista de que el colega Héctor Cardozo Flores no se encontraba presente, yo, con gran honor, me encargaría de prestarle la debida atención.

-No hay problema-me respondió-usted es un profesional y debe saber lo que hace.

Dicho esto, lo invité a tomar asiento y, ya en el aire, comencé, tal como se acostumbra, a brindarle la más cordial bienvenida a la isla, al mismo momento de desearle un feliz cumpleaños.

-Gracias, gracias-me dijo- he venido, como cada 4 de mayo a Margarita, para celebrar mi cumpleaños, comenzando el día, desayunándome en la casa de mi amigo y compadre, Rosauro “Chicharrón” Brito, en el barrio Los Cocos de Porlamar, que prepara un cazón exquisito y unas arepas de maíz pilao’ acompañado de una rico café con leche y un postrecito de algo que ustedes los margariteños llaman, majarete.

-Entonces presidente, usted está bien resuelto con ese tremendo desayuno que acaba de ingerir -manifesté.

-Si hombre, quedé fino.

Ocurrió entonces que notando cierta incomodidad en el entrevistado, le inquirí sobre el hecho por si sentía alguna molestia, respondiéndome involuntariamente, con un tremendo eructo que no pudo aguantar y que impregnó el estudio de locución, con la fragancia inocultable del cazón guisado.

-Perdone amigo-me dice- pero era que no podía ni respirar. Ahora sí estoy bien, prosigamos.

Mientras el diálogo continuaba, me dije para mis adentros:

-Coño, este hombre como que se comió un tiburón guisao’ completo.

Ahora bien, del lapso establecido para la entrevista, ya se habían consumido treinta minutos y, nada que llegaba el colega Héctor Cardozo Flores, cuando se me ocurrió inquirirlo, entre otras cosas, acerca de un comentario generalizado en el país, sobre si era cierto o no, que a él le gustaba comer muchos torontos, ese chocolate, margariteñamente hablando, en forma de calimboco, que tanto apetece a niños y adultos.

-¡No chico!, a mí sí me gusta el Toronto, pero no como dicen por allí, que siempre llevo los bolsillos del paltó full de Toronto y en mi oficina de Miraflores tengo Torontos, hasta en el baño. Eso es pura mentira, porque fíjate: ¿Cómo es que te llamas tú?

-Edward Ernández Caraballo, presidente-respondí-

-Fíjate Edward, para que quede claro, yo sí me como mi torontico de vez en cuando, pero no en demasía, porque mi médico personal me ha dicho que tengo tendencia a ser diabético. ¿Te fijas?

-Bueno presidente-le dije- con todo el respeto que usted se merece, como en verdad ya sé que a usted le gusta Toronto, ¿Lo puedo considerar como un “torontómano”?

-¿Cómo? ¿De dónde sacaste esa palabrita muchacho? Me fregaste, ¿Oiste?

-¿Se ha molestado usted conmigo señor presidente?

-No mi amigo, todo lo contrario, pero sí te digo… tenía que ser un margariteño el que me catalogara de esa manera.

Cuando entrego el mando al colega Héctor Cardozo Flores, diligentemente me despido del presidente Herrera Campins, agradeciéndole sobremanera, que le dedicara una nota de felicitación a mi señora madre, que al igual que él, cumplía años ese 4 de mayo, así lo hizo y guardo esa esquela como un gran e imperecedero recuerdo.

Héctor Cardozo Flores, con su característica personalidad, presenta sus excusas a LHC por la tardanza de la cual fue objeto y que yo aproveché para vivir ese gran momento que no se le presenta a todo el mundo, el presidente le dice:

-Tranquilo Cardozo, Edward lo hizo muy bien. Tiene futuro el muchacho.

Al escuchar tan buenas palabras, le respondo:_

-Gracias presidente, fue una oportunidad que me cayó cielo y, que no podía despreciar…pero mire señor presidente Herrera: ¿Es, o no es usted, un “torontómano”.

Y con una sonora carcajada, me dio su mano, dejando en mí sembrada, la causa del recuerdo de una experiencia maravillosa…¡Menos mal que no volvió a eructar!




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