Atraída por momentos en profunda contemplación de una campana que acaricia con su eco el verdor del Valle de Santa Lucia, la feligresía arraigada a su fe y devoción en la Semana Santa Asuntina, las mareras con sonrisas espléndidas ofreciendo los más exquisitos manjares y dulces que inundan olores como la abundancia del oro y miel, también secretos del dulce paladar que caracteriza a los ciudadanos, la distinción de los nombres de las castas familiares que escriben su oralidad en el compendio de las tradiciones con su accionar, trascendiendo en la cuadratura de la Ciudad.

Cuando se habla de Semana Santa Asuntina, lo destaca su gente, haciendo la diferencia por el apego al terruño y su micro historia, su gente la apropia como suya marcando la diferencia por los elementos geomentales que forman parte en la construcción del episteme para permitir de esta forma la visibilización de su esencia.

Es entonces cuando todo se alinea para conspirar a favor de la Ciudad, tu Ciudad, nuestra ciudad con la que nos identificamos y la sentimos en nuestra alma, con su Semana Santa, sus Palmeros, dulces, campanas y adobes que dan sentido a lo que forma parte de ti, en la introspección de que valió la pena esperar el momento oportuno alineado con el universo que te regala lo que en algún momento soñaste y te lo regresa como polvos de estrellas para honrar a aquellos hombres y mujeres que han dejado huellas indelebles en un espacio llamado terruño, nuestro terruño, tu terruño.