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La bonomanía del gobierno
Además del cestaticket y el de guerra económica, el gobierno hace lisonja a diferentes grupos sociales con otros 20 bonos que reparte a través de la Plataforma Patria.
Jacinto Marín

15 May, 2023 | En el complicado conjunto de asuntos que debe atender el gobierno, el salario es uno de ellos, pero no se trata de una atención aislada y casuística, sino de un minucioso tratamiento de conjunto, en el cual priven las interrelaciones de muchas variables de la economía. Se trata entonces de una visión de carácter estructural en el contexto de la situación económica en general. Así por ejemplo, el salario es un componente que, junto a otros, cumple una función de engranaje para conformar una cadena de funciones específicas. Tratar al salario como que fuese un apartado, es un error porque su función por sí sola no es suficiente para mejorar los indicadores.
Concebir al salario sin su respectiva conexión con la producción, el empleo, la inflación y la estabilidad o inestabilidad de la economía, es un tratamiento errático con resultados de poco aliento y engañosos. Si no se aumenta la producción para que haya suficiente oferta de bienes y servicios, los aumentos de salarios tendrán poca efectividad y ese condicionamiento indica que las decisiones no deben concentrarse solo en el salario; el tratamiento se debe corresponder con la interrelación de los factores influyentes.
Ese enfoque casuístico y desarticulado es el caso actual del salario mínimo en Venezuela, más aun cuando se observa la caída de la producción interna durante el primer trimestre del 2023, sin tomar en cuenta las advertencias hechas por varios sectores de la sociedad civil desde los meses finales del año pasado cuando comenzó la vigente ralentización de la economía
Los aumentos de salario en esas circunstancias no surten los efectos deseados, ni siquiera por unos pocos días, porque las expectativas respecto a la mejora salarial por venir motivan la subida de los precios sin dar tiempo para que el poder adquisitivo mejore.
Una sola palabra basta para comprender más y mejor a los aumentos de salario y bonificaciones; esa palabra es terquedad. Para muestra un ejemplo es suficiente: desde el 2013 el gobierno ha declarado 37 aumentos del salario mínimo y a pesar de lo terco que es la medida, los efectos son más que lamentables, porque la inflación ha pulverizado cada uno de esos aumentos y a pesar del rotundo fracaso, el gobierno insiste en repetir la experiencia. Lo peor es que el mayor efecto negativo de esas decisiones se da en la nómina del propio gobierno, debido a que el sector oficial no dispone del dinero necesario para aumentar su paquete salarial.
Además, hay evidencias de improvisación cuando se modifica de un día para otro el monto del bono de guerra económica al pasar de 20 $ a 30 $ y cuando al haberse anunciado la firma del decreto respectivo, doce días después le siguen haciendo modificaciones al cestaticket y al bono de guerra económica.
En medio de la terquedad el gobierno se disloca en su afán de tener más ingresos y menos salarios y en ese afán todo conduce a menos, excepto en el caso de la inflación. Pareciera que el propósito es liquidar el salario sustituyéndolo por bonos, sin importar el sacrificio que eso representa para los trabajadores venezolanos. En su más reciente declaración, la Academia Nacional de Ciencias Económicas advierte que ‘’el salario mínimo, las pensiones y la indemnización por cesantía (prestaciones sociales) quedarán eliminados en poco tiempo, de no detenerse el proceso de inflación que viene azotando a la sociedad venezolana’’.
Además del cestaticket y el de guerra económica, el gobierno hace lisonja a diferentes grupos sociales con otros 20 bonos que reparte a través de la Plataforma Patria. Los bonos se entregan según la condición social: madre en lactancia, embarazada, jefe o jefa de hogar, amor mayor, estudiante, pensionado, adulto mayor, personas con discapacidad, entre otros. De los bonos entregados hasta abril, el de mayor monto es el Hogares de la Patria, con 8.73 dólares, los demás están por debajo de ese monto.
En su propósito, el gobierno intenta estimular la demanda de bienes y servicios para que haya crecimiento económico y en ese intento ha fracasado cada vez. Aumenta el salario mínimo para que haya más poder de compra y tampoco la pega; restringe el crédito bancario para reducir el dinero circulante y frenar a la inflación y al mismo tiempo otorga bonos gratis y dólares baratos a grupos selectos, menospreciando cualquier alternativa que sirva de estímulo para mejorar la oferta de bienes y servicios.
En ese contexto de no saber qué hacer para resolver la crisis, el gobierno hace un sacrificio en su dogmático y estrecho contenido ideológico al desacreditar dos principios consagrados por el marxismo: 1) la contratación colectiva entre trabajadores y empleadores y 2) el beneficio de las prestaciones sociales. Ese sacrificio da motivos para recordar a Karl Marx cuando sostuvo que el socialismo es para repartir riqueza y no para repartir pobreza.
La ineficacia del salario y los bonos, más la terquedad del gobierno en seguir repitiéndolos, definen con toda claridad el fracaso de sus decisiones. Que Dios nos proteja entre bonos y manía.




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