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20 de abril de 2025





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Compartiendo la poesía de Giada Valentina González Busato
Bajo su perspectiva, el ejercicio de la escritura tiene matices y aglutinantes creados con amistades, extraños, amores, familia y, sin duda, la gratitud hacia todos ellos.
Juan Ortiz

10 Abr, 2025 | Giada Valentina González Busato es una joven nacida el 19 de septiembre de 2003 en la ciudad de Caracas. Sin embargo, se considera a sí misma margariteña de corazón, pues al cumplir el primer año de vida sus padres se mudaron a Nueva Esparta, donde ha vivido desde entonces rodeada de la vitalidad y la cultura de este estado crepuscular. Luego de un tiempo llegó su hermana menor, Giulia, su burbuja de champán.
Desde pequeña descubrió las bondades que produce el equilibrio entre las cosas opuestas, principalmente porque su mamá y su papá la criaron enalteciendo las bellezas de la vida sin importar que sus vocaciones parezcan alejadas: cirujano y artista plástico, respectivamente. Por tanto, el arte siempre estuvo pululado entre las tardes de su niñez, acompañado de una curiosidad crítica por el mundo. De hecho, estudió ballet clásico durante 9 años y salsa casino durante 4, disciplinas dancísticas que le dieron color a sus pasos. Mientras tanto, su gusto por la literatura empezó —y espera sostenerlo— a través de la sorpresa, ya que a temprana edad, como fruto de un proyecto escolar, descubrió la capacidad de las palabras para sacudir los adentros de cada ser humano, y a partir de allí no ha querido alejarse de esa idea.
Es egresada de la carrera de Comunicación Social, mención organizacional, de la Universidad Católica Santa Rosa en convenio con la Universidad de Margarita. En este último campus, Giada tuvo la oportunidad de participar en diferentes concursos literarios, de los que ganó 3 en la categoría de poesía.
La joven ha ejercido como productora de radio en Unión Radio Medios Margarita a modo de pasante y hoy en día es profesora en la U.E Heroína Ana María Campos, ubicada en Juan Griego.
Por supuesto, el flujo de la vida tiene sus momentos bajos y difíciles, pero si los ha logrado sortear es siempre gracias a la certeza de que, más allá de uno mismo, siempre hay alguien que está dispuesto a ayudar. No en vano, para ella, las virtudes o logros que se puedan recoger a lo largo del existir tienen mucho más que ver con aquellos que nos prestan su apoyo y que, sin saberlo, van dejando a su manera pedacitos de esencia con los que uno se va forjando. Por esto, bajo su perspectiva, el ejercicio de la escritura tiene matices y aglutinantes creados con amistades, extraños, amores, familia y, sin duda, la gratitud hacia todos ellos.


Compartiendo la poesía de Giada Valentina González Busato

Mi oda a la página en blanco

¿Qué es lo que encierra la página desnuda?
Ese abismo al que asomarse
repleto de mundos en silencio,
sin ser tocados por la tinta muda.

¿Se le debe temer al blanco,
aquella calma expectante,
a sus inmóviles recovecos?
¿O quizá el miedo nace al ser franco?

Porque nadie ha negado la herida del vacío,
la angustia de lo que no fue dicho,
el peso de un gran espacio.
Todo ser se encoge ante el frío.

Pero, ¿qué es este frío cuando se derrite?
Una desbocada confesión,
el fin de la apariencia que logra,
Cual atardecer, que el corazón se agite.

¿En este punto se podrían comparar,
las amarras bajo cero
con las llamas de la libertad?
¿O sería en lo impensable caminar?

Hay quien clama valiente
al reflejo en ebullición
que surge como propio del papel,
antes inmaculado e inerte.

Su voz se curvaría,
tejiendo, entre líneas
impregnadas de conflicto,
memorias sumergidas en fantasía.

Diferente al poseído por la letra
y su burbujeo incesante, suertudo,
sin control sobre ese embrujo
que en las venas penetra,

Otro a la guerra evitará.
El combate a lápiz
entumece su verdad, ahora pasiva,
y de ojos cerrados caminará

Esquivando balas de grafito,
solo pasando las páginas vivas
de espaldas al sol,
habrá dado al conflicto por finito.

Frente a estos posibles, vivo intermitente.
Con mis suspiros de tormenta
o cantares emborronados
sobre la hoja paciente.

Así que le pido que devuelva su mirada pura
que me guía, que me salva;
que me asusta y me castiga.
No quiero ahogarme en la nada oscura.

Ella sabe cuánto he cabalgado
a lomos de la incertidumbre
entre azotes de pensamientos
que, junto al alma, he callado.

Hoja, ¡trae acá la magia del porvenir,
la vulnerabilidad que conoces!
A tu largo puedes adormentar
la bestia que solo teme sufrir.

Por ti echaría a volar el sueño,
lloraría toda la culpa, alegría,
o incluso bailaría junto al recuerdo;
profanaría los campos sin dueño.

Amiga de líneas, me dedico, si no escapas,
a los ojos que me brindas,
a la realidad que envuelves,
a la sangre que arrebatas.

Contigo lo imaginado canta;
lo que sucede puede ser dibujado
con los trazos de un río embravecido
o con el suave relieve de la manta.

“Témeme o ámame”, dirías,
temblando de agonía, ya que,
como un lienzo en llamas,
contra la soledad, enfermarías.

Sería tu prisión
el olvido de lo no pronunciado.
Ahogadas las palabras,
ahogado el corazón.

El no saber te hará cosquillas.
Una huella esperanzada
al alcance de las olas
en un mar de pesadilla.

Te asfixiaría la duda
de un sentimiento incompleto.
Así que te pregunto,
¿Qué es lo que encierras, página desnuda?

Acróstico de una orquídea que llora

Vagan enormes almas entre silencios viejos.
Escapan de la oscuridad usando velitas y rosarios.
Nutren el suelo con lágrimas de nácar brillante,
en donde ha de crecer vegetación anhelante.
Zumban nobles corazones con manos callosas,
ululando la marcha de aquellos en otros parajes
equidistantes siempre al norte del sur ardiente.
Libres en sueños, humor, bondad y pasión;
atados a la historia que estas almas hacen canción.

Un marino y su doncella

I

Gracias a una afable doncella volví hoy de la faena.
Me dirigió a casa al purificar la espuma,
haciendo brotar perlas de entre la bruma,
apaciguando el embravecido mar con mirada serena.

Esa mirada que es como un canto doliente,
ondeando libre sobre un grácil pueblito;
donde cada bendición suya es un gran hito,
susurrado desde un caracol bajo el sol inclemente.

Desde este Valle la hermosa señora gobierna;
sin hastío, vanidad o altanería,
solo una devoción materna hecha poesía,
siempre inmaculada, digna, siempre tierna.

Culminadas mis andanzas de marino
Reconozco su personalidad tan sencilla.
Cual faro me guía seguro a la orilla
Y, al recibirme, que cambia de expresión imagino.

Pero, ¿qué podría regalarle yo, un ñero,
a esa encantadora sonrisa de miel
que a su isla se mantiene fiel,
empeñada a volver de cada viaje en peñero?

Ay, nunca faltes, que el altar te reclama,
y solo tú descifras, apacible capullo,
tantas plegarias en murmullo,
engrandecida ante la gente que te ama.

II

Creí que mi alma se pudriría en la sal del mar,
que el agua, más que un elemento vital, sería mi último cobijo.
Ahí fue cuando tu nombre me propuse llamar,
y la piedad de tu voz me envolvió como a un hijo.

Mis pulmones se inundaban de una desesperación ardiente,
el aire era solo un recordatorio de que soy un perdido ser.
Pero bastó con elevar la mirada hasta esa gruta tuya resplandeciente,
en la que las nubes te enmarcan, te perfilan de amanecer.

Recordé mi mundo flotante sumido entre suspiros
Ante ese tul que deja entrever de tu espíritu la pureza,
mientras aquella tarde cambiaban tus vestidos
te volviste mariposa, perfumando con gentileza.

Suave parece tu ingrávido manto, patrona, de ensueño;
se crece al arropar el abrazo que siempre aguarda,
tanto a hombres como yo, que de nada soy dueño,
como a los que vienen a ser del mundo una barda.

No importa cuánto se estreche el horizonte de mi existir,
o si mi temple de pescador es azotado por la tempestad,
porque en cada plegaria te entrego mi porvenir
y sé que cabemos todos en tus manitas, ¿Verdad?




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