Porlamar
15 de junio de 2025





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En las nubes de Riad Maalouf
Riad Maalouf insiste en los sueños que se escapan en cada destello de los párpados; anhela besar la mano del artista que esculpió la desnudez del ser amado; traza diez ruiseñores en los dedos del director de orquesta…
Dalal El Laden ladendalal@hotmail.com

10 Jun, 2025 | Para Insaf Ghazaoui. Te amo, mami.

“Escribo / como quien se inclina sobre el cuerpo que ama”.
Rafael Cadenas.

Me doy cuenta de que, sin proponérmelo, he memorizado a Rafael Cadenas. Me siento con Margarita, mi hijita, en un banco para que tome agua y descanse de la caminata, y en estos posibles segundos de silencio recapacito en que con regularidad cito sus versos con el ahínco con el que de niña repetía -sobre todo antes de dormir y sin entenderlas del todo- las oraciones en árabe que me enseñó mi mamá.
El idioma que hoy me rodea es el árabe, mas lo correcto sería especificar que en las calles de Líbano hablamos el dialecto libanés. El árabe está en los medios impresos, pero en los hogares, en el día a día nadie lo acostumbra. Su servidora, por ejemplo, tiene que prestar mucha atención al escuchar a una periodista para lograr entenderla. Justamente por esta diferencia (tan compleja para los que no nacimos en esta tierra) entre lengua y dialecto, aunque leo los titulares de los diarios y uno que otro párrafo, la comprensión no es ideal.
Conocí a Hayat en una de mis caminatas con Margarita. Ella es hija de Salwa Diab (profesora de vocación, contagió su pasión a sus cuatro hijas, también por muchos años dedicadas a dar clases, amor por el estudio que sin duda influyó en su hijo, administrador), y Riad Maalouf (hijo de Afifi Ibrahim Baccha y del historiador Issa Iskander Maalouf), uno de los poetas más leídos y reconocidos de este país, quien nació en 1912, en Zahle, capital de El Valle del Bekaa, y falleció en esta ciudad en 2002.
Hayat, muy gentil, atendiendo a mi pedido y para mi copiosa alegría, me hizo llegar “Clouds” (1943), que en español significa nubes, uno de los poemarios de su padre traducido al inglés, que confirma la sencilla grandeza de sus letras.
“En cada hoja muerta / Hay una página viva / Del libro del otoño / Que los vientos desgarran con furia desenfrenada”. Mientras repienso en esta traducción y me considero afortunada porque la vida me llevó a la poesía (a leerla, transcribirla, necesitarla), recuerdo “Walden”, de Henry David Thoreau. Margarita y yo regresamos a casa; casi corro a buscar esta crónica, encuentro la página y vuelvo a este teclado, confidente, testigo, amigo:
“La mayoría de los hombres han aprendido a leer para su mezquina conveniencia, como han aprendido a escribir números para llevar cuentas y no ser engañados en el comercio; pero de la lectura, como un ejercicio noble e intelectual, poco o nada conocen (…) Se publica mucho, pero se graba poco en la memoria. Los rayos que se difunden a través de la persiana no se recordarán largo tiempo cuando la persiana desaparezca. Ningún método ni disciplina puede reemplazar la necesidad de estar siempre alerta”.

Y vuelvo (vuelo) a Rafael Cadenas: “Si el poema no nace, pero es real tu vida, / eres su encarnación”.

Flauta, orquesta, sinfonía, desnudez, meditaciones, sombras, pétalos, nubes: Riad Maalouf nombra así las partes de su obra, empapada de lo que ve, de lo que siente en Zahle y en São Paulo, Brasil, “donde vivió desde 1943 hasta 1951, aprendió su idioma y trabajó en la fábrica de nuestros tíos”, recuerda Hayat, quien habla portugués, francés, inglés y árabe; asombrosa, recita en esta última lengua infinidad de poemas de su padre, en especial uno dedicado a ella, de los más extensos e intensos que le he escuchado. Líbano y Brasil, suelos maravillosos que marcaron su ser, su escritura para siempre.

“En cierto modo conocemos a las personas por su manera de usar el lenguaje (…) un descenso del lenguaje debilita y hasta puede cortar nuestros vínculos con el pasado, quitarnos el suelo histórico al que pertenecemos, pues hablar una lengua es una filiación a un territorio cultural específico”.
Rafael Cadenas.

Riad Maalouf insiste en los sueños que se escapan en cada destello de los párpados; anhela besar la mano del artista que esculpió la desnudez del ser amado; traza diez ruiseñores en los dedos del director de orquesta… Durante y después de su lectura, dondequiera que nos encontremos, bastará alzar la mirada y detenernos en una de sus “nubes” para alimentar nuestras almas.

Zahle, 4 de junio de 2025.




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